domingo, 22 de diciembre de 2013

Cautivos I: La Caída



Ayer dio comienzo el solsticio de invierno. Helios, el Sol, llegó al final de su recorrido, tocando sin demora el espantoso abismo de la oscuridad, donde es crucificado. Allí descansará tres días, cual Jesús en su tumba, saliendo por el mismo lugar (de ahí solsticio, de sol-stare), hasta que renazca de nuevo, como todos los años, el 25 de Diciembre.
De modo similar, nosotros, errantes humanos, permanecemos crucificados en la materia, presos de Mrs.Engaño:
 Si el pensamiento comienza inocentemente como una "sugerencia". Si el alma dialoga con ésta, llega entonces la "ascensión". Cuando el objeto se aloja por mucho tiempo y el alma se acostumbra a él, llega finalmente el "cautiverio", y el corazón es arrastrado involuntariamente. De ahí que San Basilio diga que tenemos que velar por nosotros mismos y mantener nuestra atención siempre en el estado despierto. [1]
Así es como los Padres del desierto enseñaban, yendo directamente a la yaga. Y siguiendo su razonamiento, podemos adivinar que dicho "ascenso" se lleva a cabo en el Monte Sinaí.
¿No es dicha caída gradual interesante? Su sutileza es abrumadora. ¿Qué la hace tan atractiva? La mente-asno oye o ve algo, y de repente, una imagen mental reactiva o frase emerge, como activada por un botón. Un ligero impulso mueve entonces a la mente a considerar ciegamente la "sugerencia", y antes del canto del gallo, el autómata humano se ve forzado a obedecer, reaccionando como una hiena, atrapado por la gula, la ira, el rencor, el odio, la lujuria o cualquier otra pasión.
Tal es el ABC comportamental diario del llamado homo sapiens sapiens ("hombre dos veces sapiente" :) ), quien cree  ser la cúspide de la evolución y de la cadena alimenticia; quien cree que es "dueño de sí mismo"; quien se llama a sí mismo "cristiano, musulmán, judío, socialista, demócrata...” y luego juzga, condena, odia, desprecia y asesina al prójimo"; quien se refiere a sí mismo como "racional", "artista", "creativo " y "propietario" de un planeta lleno de vertederos.
¿Cómo es que el ser humano es tan rematadamente imbécil? ¿Y por qué "saberlo" no es suficiente para cambiar?
Bueno dejemos estas dos cuestiones para la siguiente entrada. Ahora, sin ir demasiado lejos, empecemos reconociendo que hay algo en el ADN humano que nos tara, ya que divide nuestra naturaleza en dos: "la naturaleza animal" y "la naturaleza espiritual". Esto es tal vez necesario para evolucionar, pero éstas tienden a coexistir como enemigas. Y en muchos casos la parte débil gana sin esfuerzo, mientras que el lado espiritual simplemente se marcha avergonzado y horrorizado por el estado salvaje de su “vehículo terrestre”. Y en otros casos estas dos naturalezas luchan con ardiente pasión una contra otra, como un grupo de hienas tratando de devorar a un león herido. Y aunque el fuego generado da acceso a "joyas preciosas" que todo el mundo anhelaría, a veces hay tanta crueldad en la encarnizada lucha que un lado aniquila al otro, y el proceso evolutivo se interrumpe.
Por esta razón, lúcidas enseñanzas nos invitan, no a destruir la oscuridad, sino a transformar lo negativo en positivo, lo pasional e irascible en fuerza-creativa, el amor propio en auto-respeto y así sucesivamente.
Por lo tanto, ¿vamos a seguir jugando el papel de víctimas, culpando a viejas fuerzas satánicas y a la oscura prehistoria de nuestro ADN o vamos a abrir los ojos y a empezar a desvelar las raíces "psicológicas" de nuestras contradicciones? ¿Cuánto dolor estamos dispuestos a soportar para transformar nuestro "falso egoísmo" y así cumplir un propósito más elevado? ¿Dónde está nuestro verdadero amor por lo Divino que brilla en nosotros y los demás? ¿Cómo podemos liberar a nuestro atrapado Unicornio? ¿Queremos ser verdaderamente libres o nuestro anhelo por el amor infinito y la libertad es sólo poesía barata?
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[1] extracto del libro The Power of the Name, de Alphonsse y Rachel Goettman, citado por Ted Nottingham en su maravillosa exposición Early Christian Mysticism: The Jesus Prayer:

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