miércoles, 25 de diciembre de 2013

Cautivos III: Remordimiento, Respeto Reverencial y Oración

Jesús yendo a orar (Tissot)


En el Cristianismo y otras religiones antiguas, el día de hoy rememora el renacimiento del Sol. A partir de aquí, los días se hacen más largos, la luz vence a las tinieblas.
Internamente, esto apunta a un “renacimiento interior”, la unión de alma y espíritu en nosotros. 

Y como se vio ayer, antes de volver a nacer, el "hombre viejo” debe morir, para lo cual uno debe darse cuenta de la terrible condición interior. Al principio puede haber pequeños despertares que van y vienen, pero estos no pueden durar hasta que no sintamos la miseria de nuestra situación ciegamente egoísta; un sentimiento que suele ser detenido por "resistencias psicológicas" que hacen dormir más profundamente.
De ahí la importancia del "remordimiento consciente", que surge cuando la conciencia divina toca nuestra "naturaleza inferior" y sentimos que no somos como deberíamos, que algo se rebela y se entristece; lo divino sufre en nosotros (véase El lenguaje de la depresión publicado el 20 de Mayo del 2009).
El remordimiento se relaciona con otro sentimiento profundo que está bastante ausente en la humanidad moderna:

En la Biblia se expresa como Yirah Adonai, que literalmente significa Respeto Reverencial del Señor, aunque se traduce como temor de Diós, lo que lleva a muchos a pensar que es temor a ser castigados por Dios o miedo a ofender a Dios –dos puntos de vista que no tienen ningún sentido, a menos que se refiera a un falso, iracundo, punitivo y orgulloso "dios" menor.
El temor del Señor es el sentimiento instintivo de respeto, insignificancia y vulnerabiliodad ante la presencia divina, debido a nuestra imperfección.

Un respeto y amor que el hombre moderno rara vez experimenta, pues se halla inmerso en un estado hipnótico donde "la inflación del ego" es la regla.
Cuando somos tocados por algo profundamente, el velo del egoísmo cae, y entonces la compasión, el remordimiento, el verdadero respeto reverencial emergen fácilmente. Y en cierto modo, es nuestra la parte divina la que se maravilla y se arrodilla. 

(Más detalles sobre el Respeto Reverencial en el artículo del 8 de Junio del 2014).
Estas realizaciones nos ayudan a adoptar una actitud firme y desapegada desde nuestra chispa divina, que se manifiesta como un "no" ante malos hábitos, y como desapego, que no indiferencia.
Ésas son cualidades del Yo soy, convertida en oración/meditación en diversas tradiciones.
En el Antiguo Testamento se dice que lo Divino se presentó a Moisés con el enigmático nombre Yo soy el que soy (Éxodo 3:14). 

Y en Juan 8:58 leemos: Antes que Abraham fuese, Yo Soy.
Es difícil expresar con palabras el arte de la oración, así que evitemos hacer las cosas complicadas. Baste con saber que ésta es una "oración contemplativa", y no una "oración de petición"; en otras palabras, su contenido está destinado a ser experimentado, como en el Padre Nuestro. 

La oración "Yo Soy" se orienta básicamente para vivir en desapego y resistir una cierta inercia psicológica: ira, pensamientos perdidos, inquietud, etc. 

Su forma más simple, muy conocida en muchas tradiciones, consiste en la "inhalación", a través de la nariz, sintiendo el yo como mente atenta al cuerpo, como si uno se elevara, con el anhelo del corazón hacia lo superior, y "exhalando" a través de la nariz, sientiendo “soy", relajando todo cuerpo. 

Las palabras no se verbalizan externamente, sino que se internalizan hasta que ya no son necesarias, pues la clave es sentir el Testigo silencioso y compasivo de nuestro ser superior, el cual viene del Amado
Sin embargo, esta aproximación a veces es cancelada por algunos tipos de rezo.
Un rezo antigua elaborada por los Padres del Desierto era: Señor Yesu Cristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, errante; Kyrie Iesu Christe, Yie tou Theou, me Eleison, hámartolon.
Hamartolón deriva de hamartia, que significa "errar", "fallar el tiro". Algunos la cambian por "pecador", que no resuena como debería [2]


Con todo, ese rezo refuerza el sentido de ser "errantes exiliados" y "almas caídas", como si el Ser tuviera que compadecerse de lo que nunca cambiará.
Orar conscientemente es asumir la Luz, viendo la inutilidad de pedir, murmurar o incluso gruñir velozmente –como se suele hacer en iglesias. Las oraciones son para sentir y recibir algo más profundo que pueda purificar y sanar. Después de todo, la consciencia a la que aspiramos es el Cristo, que significa “Unción de Luz Divina".

Sobre la oración Yeshua lo dijo casi todo: Y cuando ores, no seas como los hipócritas...entra en tu alcoba, y cerrada tu puerta ora a tu Padre que está en secreto...no uses vanas repeticiones, como hacen los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No seáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis (Mateo 5:6-8)

Existe otro texto ejemplar citado abajo [2]. 
Con esto despedimos de este alocado año 2013 y esperamos que este cautiverio sirva de algo en la esfera del Mundo Real.




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[1] Como los maestros hesycastas Alphonsse y Rachel Goettmann recuerdan en el libro The Power of the Name. Ver la exposición de Ted Nottimgham. Link en  Cautivos I.



[2] Sobre la oración:

“Consideremos la conocida oración: “Señor ten piedad de mí”. ¿Qué es lo que quiere decir? Un hombre lanza un llamado a Dios. ¿No debería pensar un poco, no debería hacer una comparación, preguntarse lo que Dios es, y lo que es él mismo? Luego, le pide a Dios tener piedad de él. Pero Dios tendría que pensar en él, tomarlo en consideración. Ahora bien, ¿vale la pena que se lo tome en consideración? ¿Qué hay en él que sea digno digno de que se piense en ello? ¿Y quién debe pensar en él? Dios mismo. Ustedes ven, todos estos pensamientos, y todavía muchos otros, deberían cruzar su mente cuando él pronuncia esta simple oración. Y son precisamente estos pensamientos lo que podrían hacer por él aquello que pide que Dios haga. Pero ¡en qué piensa! y qué resultados puede dar su oración, cuando él repite como un loro: ¡Señor, ten piedad! ¡Señor, ten piedad! Ustedes saben bien que esto no puede dar ningún resultado. (G.I.Gurdjieff en Fragmentos de Una Enseñanza Desconocida, P.D.Ouspensky. Cap 15, p.438.)

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