jueves, 2 de junio de 2016

Imagen del Hombre Celestial

        

      Neurona Cerebral                Simulación de Tejido galáctico. 
                                                   Max Plank Institute


Algunas veces la ciencia presente parece confirmar lo que la antigua nos legó en forma de mitos, religión y filosofía. Pero aún está lejos de ser la mitad de precisa, completa y éticamente honesta.

Todo es Mente
–Primer principio hermético

 Los modelos científicos imperantes no ofrecen una imagen fiel del universo y la tierra, de la cual no existen fotos fiables desde el espacio. 


Tampoco las enormes distancias estelares que supuestamente salvan telescopios como el Hubble son necesariamente reales. ¿Realmente un telescopio puede fotografiar conglomerados de galaxias que se hallan a miles de años luz? Es altamente improbable. Por eso las dibujan.

¿Y si estrellas, planetas y galaxias no son sino reflejos amplificados sobre una superficie que actúa como la lente cóncava de un ojo? ¿No indican las grandes enseñanzas que existimos en el "ojo de Dios"?

Aún suponiendo que las fotos espaciales sean reales, no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que todo sigue los mismos patrones.

¿No será que el cosmos visible se parece a un gran tejido neuronal y a un ojo porque cumple la misma función?


Como arriba, así abajo
–Segunda ley hermética–

Hágase tu voluntad en la tierra como el los Cielos
–Mateo 6–

Tampoco es de extrañar que ahora la física venga diciendo que el universo visible es sólo un 1% de realidad, mientras que el otro 99% es materia oscura que lo compenetra y energía oscura que lo propulsa y acelera de un modo aún incomprensible.



El lenguaje bíblico ya se había adelantado al enseñar que somos un oveja perdida y descarriada, frente a las 99 que un Buen Pastor deja para ir a buscar a la perdida (Lucas 15).

¿Y qué otra función podrían cumplir los conglomerados de galaxias o neuronas galácticas si no es conectar todo con todo? 


¿Acaso son el cuerpo visible del invisible Anciano de Días que aparece en Daniel 7 otorgando un trono al llamado Hijo de Dios, i.e, Mente divina y Señor de la humanidad?

El Zohar –que es el alma de la Torah revelada a Moisés–, nos dice lo siguiente acerca de la Infinitud (Ayn Sof) o Anciano de los Días (Atik Yomim):


Antes de que El diera cualquier forma al mundo, antes de producir cualquier forma, se hallaba solo, sin forma y sin parecido a nada imaginable. ¿Quién puede entonces comprender lo que El era antes de la Creación? De ahí que esté prohibido atribuirle cualquier forma o similitud...Pero después de crear la forma del Hombre Celestial, le utilizó como un vehículo [cuerpo] para descender, y desea ser llamado por su forma, que es el sagrado Nombre YHWH [1].


El Hombre celestial o Hijo Único de Dios es conocido por diversos nombres en diferentes culturas. 


En India es Ishwara, Ser único engendrado por el ignoto Brahman.

En la tradición hebreo-cristiana es Adam Kadmon y en el misticismo islámico, Insan Al-Kamil, el Hombre Primordial, cuya Mente se encarna en medio de la humanidad terrenal jugando el papel de Profeta y Mesías.

El Profeta o Mente divina se habría reflejado a diferentes niveles en innumerables profetas, desde Moisés y Zoroastro hasta Buda, Yahshua ben Yosef y también en Muhammad.

Las tres religiones de la Palabra Sagrada (Judaísmo, Cristianismo e Islam) habrían sido manifestaciones de aspectos diversos de la Mente divina, algo rara vez comprendido.

Según la Enseñanza antigua, los "miembros inferiores" del Hombre Celestial son las estrellas, mientras que planetas como la tierra son el escabel de sus pies (Mt 5:35). Ahora, su Cabeza está por encima de la Creación:

la cabeza de Cristo es Dios [el Anciano] (1 Corintios 11:3)


Según la visión nazarena-cristiana y el Zohar cada nación de la tierra pertenece a un miembro del cuerpo cósmico (cabeza, brazos, manos...), siendo gobernada por el Rey, o bien príncipes y gobernadores celestes, que son las almas de astros y planetas (Efesios 6, etc).


...vosotros sois el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27)

Sin embargo, las conciencias humanas que conforman las doce tribus de Israel –no la política o racial–, no deben someterse a esos regentes estelares, ya que son precisamente las que proceden de la Cabeza del Hijo, y por tanto deben aprender a dominar la influencia de energías estelares, con ayuda del Señor que les guía, la Mente divina.


la cabeza de todo hombre es Cristo (1 Corintios 11)

Por eso el Mesías, Maestro y Salvador es la Cabeza del Hijo Celestial, a quien se le atribuye la Palabra: 


id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 10:6)

Por desgracia, dichos espíritus-conciencias se hallan diseminados en diferentes pueblos, en su mayoría atrapados en "almas emocionales confusas" apegadas a tradiciones dogmáticas y repetitivas que no ayudan a salir del círculo de reencarnaciones que los kabalistas llamaron Gilgul, regido por el movimiento de los astros.


El Gilgul está estrechamente ligado a lo que la Torah-instrucción denomina Gálgala, el lugar donde Josué coloca las doce piedras tras salir del Jordán hacia Tierra Santa, la Cabeza (Josue 4/5). 

Gálgala alude a la rueda de doce signos zodiacales que rige los patrones psicológico-evolutivos de la reencarnación.

Y los sacrificios religiosos llevados a cabo en Gálgala, como vemos en 1 Samuel 10:8, no deben leerse literalmente, sino como alegorías que aluden a la superación de pasiones animales.

Mas con el tiempo, la religión llegó a corromperse por doquier, haciéndose literal y carnal, y por ende casi inútil, como los mismo profetas indican en las Escrituras denunciando los sacrificios sangrientos (Isaías 1:11-16, Amos 5:21-44, Jeremiah 6:20, Hosea 6:6, Salmo 50:13...).

Los rituales o las creencias en templos de piedra no cambian nada. Es necesario trabajar para purificar y desarrollar las vestiduras emocionales y mentales; salir de Gálgala hacia Betel (Casa de Dios), como Eliseo pidiendo tener parte en el espíritu llamado Elías (2 Reyes 2).


Mas sólo el crecimiento de la Amante Presencia Yo Soy del Hijo dentro de uno mismo puede realmente unir espíritu, alma y cuerpo, evitando así ser reciclados en la rueda de la reencarnación y adquirir la comprensión necesaria.


La separación de espíritu (pura consciencia amante) y alma (memorias emocionales) es la segunda muerte, uno de los grandes obstáculos, ya que las memorias personales se pueden perder. De ahí las palabras de Pablo en Hebreos 4:12 y 1 Tesalonicenses 5:23. 

Toda esta doctrina es prehistórica, intemporal, y no sólo se halla en el Zohar y el Bahir, sino también en el Antiguo y Nuevo Testamento, así como en textos de Oriente.


Curiosamente, en la India, los milenarios versos del Rig Veda  cantan que el Espíritu primordial (Purusha) posee mil cabezas, mil ojos y mil pies, uno de los cuales es nuestra tierra. Mas sólo vemos un cuarto de su ser. Los otros tres cuartos permanecen escondidos en los cielos. Aún así, esta visión queda incompleta, huérfana [2].


En cambio, las enseñanzas mercabáticas judeocristianas/ nazarenas describen el despliegue de los cuatro mundos del Nombre, y sus funciones por medio de relatos sagrados, con ayuda del universal 
el Árbol de Vidas, incluido en la Menorah.

En el mismo Isaías 43:6 leemos:


Trae a mis hijos desde lejos y a mis hijas desde los confines de la tierra, a todos cuantos llevan mi nombre –emanados en el primer mundo–, que yo los cree, forme e hice para mi gloria (NColunga). 


Es decir, en el Mundo de Creación, cada espíritu obtiene una vestidura mental, en el Mundo de Formación, una emocional y en el Mundo Físico, una biológica. 

El Nuevo Testamento enseña que nuestras raíces están en lo Infinito inefable, como muestra la Parábola de la semilla que crece (Marcos 4:26):

el Reino de los Cielos es como un Hombre [Celestial] que echa la semilla –de nuestro ser– a tierra... y la semilla germina y crece sin que sepa cómo: primero la hierba, luego la espiga, en seguida el trigo... 


El lector avezado debería comprender ahora por qué hay una parábola que Yahshua consideró central, y que compara el alma a una semilla.


Y no es casualidad que el mismo Zohar emplee la semilla, la rama, la hoja y el fruto para referirse al crecimiento del alma por los cuatro mundos, que anclan sus raíces en la Mente Creadora que precede a la Creación.


La verdad está delante de los que miran con ojos de espíritu y no con mente y corazón envenenados por la religión dogmática.


Bendito el hombre cuyo rostro refleja el rostro del Hombre de arriba (Zohar).


El Humano completo es imagen del Hombre celestial, propulsado desde lo Inefable, emanado, creado, formado y hecho a cuatro capas: espiritual, mental, emocional física.

Y como sugiere Yahshua en Mateo 18:10, cada uno de nosotros tiene un ser celestial perfecto que mira al Padre.

Dicho Yo Superior es nuestro Espíritu Santo, que es único e irrepetible, pero también imagen del Adam Celeste.

Ya sólo nos hace falta conocernos de verdad y permitir que el Espíritu Santo reconcilie luz y oscuridad, llevándonos a un estado de ser más balanceado.

Por suerte, vivimos en tiempos donde la ciencia misma se acerca cada vez más a la verdad de este espectáculo de energía viviente.

Según confirma la mecánica cuántica, la materia física no existe en sí, pues sus átomos y demás partículas elementales son energía, ondas de luz vibrando a diferentes frecuencias. 

Todo es vibración

–Tercera ley hermética–


El vacío es la forma y la forma es el vacío
–Sutra del Corazón–


Cuanto más rápidas son las vibraciones, más invisible se hace la energía. Y a mayor rapidez de vibración, mayor es el vacío, mayor es la energía, o como dirían los antiguos, mayor es la luz, fuerza y vitalidad del Ser. 


Dios es Luz, y en El no hay tiniebla alguna
–1 Juan 1:5–


No es de extrañar que Einstein y otros tantos físicos encuentren lógica la visión de Dios que tenía Platón, para quien la Luz suprema es lo más real; o Spinoza, para quien Dios es la Substancia última de infinitos atributos,  dos de los cuales son el pensamiento y la corporeidad de este universo.

Sin embargo, la Realidad Última es Esencia inefable, Atzmus en hebreo, Tathata para los budistas, Turiyatita en Sánscrito. 


La Esencia, Sublimidad o Talidad es más sutil que la Luz infinita, ni crea, ni es creada, ni es reducible a conceptos como ilimitado o limitado, pues es Todo de golpe, en todas partes y en ninguna, como la humedad es al océano.


hay percepciones de lo imperturbable y hay percepciones de la nada. Todo ello son percepciones. Allí donde  éstas cesan completamente, eso es sublimidad, es decir, la esfera de ni percepción ni no percepción.
–Buda, Sermones medios–

Tan sólo nos cabe percibir sus atributos o nombres:



¿Dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿Adónde huir de tu faz? Si subiere a los cielos, allí estás tú; si bajare al seol, allí estás presente

–Salmo 139:7-8–

La Luz de Vida es el Resplandor de la Esencia. 

Y dado que la Luz es la que crea todas las cosas, abarcando todas las inteligencias habidas y por haber, es Inteligencia de inteligencias.  



Mas sólo el Hijo cósmico ha visto la Luz infinita en sí.

...nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiere revelárselo (Mateo 11:27, Lucas 10 NC).


La distancia entre el Hijo y el Padre es tal vez como la que existe entre el cerebro y un canoso cráneo, el del Anciano de Días. 


Por lo que respecta a nuestros ojos carnales, tan sólo ven simulaciones de luz en astros y planetas. 

He ahí por qué el principal mandamiento bíblico depende de comprender que la Luz espiritual y la Naturaleza estelar son inseparables, como espíritu y cuerpo.

Escucha Israel, Yhwh Elohym [fuerzas estelares naturales] y YHWH [Luz de luces] son una unidad
–Deuteronomio 6:4–

Y dijo Elohym: 
Hágase la luz [de creación]...
y separó Elohym la luz de las tinieblas
–Génesis 1:4-

Nadie puede hacer nada sin o contra la Luz.  Dependemos enteramente de su Gracia, sobre todo a la hora de llevar a cabo la Ley divina, ya sea llamada Torah o Dharma. 

Por tanto, la idea occidental moderna de un "yo" separado, individualista, con libre albedrío, es tanto un chiste como una fantasmada, y muestra cuán enfermo y aislado se siente el homínido moderno.



el que forma la luz y crea las tinieblas,
el que causa bienestar y crea calamidad,
Yo Soy el Señor [Yhwh], el que hace todo esto
–Isaías 45:7–

Santo, Santo, Santo, Señor de los Ejércitos!

Está la tierra llena de su Gloria
–Isaías 6:3–



Tener presente todo esto es necesario para comprender la esencia de los llamados mandamientos, estatutos y juicios de la Torah, cuya mala traducción e interpretación ha generado confusión y absurdos.

En otra ocasión veremos que la Ley de la Torah son  formulaciones de acciones que gobiernan la manifestación de la Luz en la tierra, y que nadie que aspire a evolucionar y ser imagen del Hombre Celestial, puede saltarse.

Eso sí, han de comprenderse al son de los tiempos, pues los viejos estatutos que involucraban rituales y sacrificios religiosos literales nunca fueron para gente inteligente, ni siquiera antes de  la destrucción del templo de Jerusalén.

Podemos decir, con Pablo, que no estamos bajo la ley literal (Romans 6:14), pero dependemos de la Ley espiritual, la cual implica una vida sana, incluyendo servicio a los demás, alimentación adecuada, auto-conocimiento, meditación y otras prácticas espirituales, también expresadas en la lectura profunda de los estatutos. 

El mismo Yahshua no hablaba de cumplir rituales en un templo de piedra, sino en el templo de su cuerpo (Juan 2:21).

¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros? –1 Corintios 3:16

Por tanto, la conexión con el Creador y la Esencia inefable, comienza en nuestro templo, el sistema nervioso neuronal y su cuidado.

Pero dejemos esto para una segunda parte.


© Copyright 2016

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[1]  Zohar, Parte 2 de Bo 42b