sábado, 1 de noviembre de 2014

Por qué los Corazones lloran



En momentos de dolor y desesperación, el llanto del corazón se hace más sincero y puede así alcanzar los oídos de la Esencia Divina, que se halla en necesidad de Atención a través de nosotros, pues nuestros corazones están en Su Corazón.

Maharaj, ¿por qué Diós creó este mundo lleno de problemas? ¿Por qué me creó para soportar todos esos sufrimientos?

[...] “¿Por qué creó el mundo? Para que vivieses en él. ¿Para qué te ha creado? Él está solo; Él te necesita.”

–Bhai Sahib contestando a Irina Tweedie, recogido en su diario Daughter of Fire, p.800–

Texto 2:

Cuando el amor revela su verdadera naturaleza descubrimos que no hay ni amante ni Amado. Ya no hay nadie a quien orar ni nadie que ore. Ni siquiera sabemos que nos hemos extraviado; retornamos de los estados de unión sabiendo sólo que cedimos nuestro ser y fuimos tomados. El don de nuestro yo fue aceptado de modo tan completo que no supimos nada del encuentro.

Pero cuando retornamos de esta fusión con la unidad, cuando la mente nos rodea de nuevo, podemos ver las huellas que nos condujeron a esta orilla, al lugar donde los dos mundos se encuentran. Podemos contar historias de las noches en que pedimos ayuda, las lágrimas que derramamos en nuestra llamada, de la necesidad que fue por tantos años todo lo que conocimos, una necesidad nacida de la desesperación de la separación, la desesperación más profunda conocida al alma.

Esta necesidad fue nuestra primera oración, plantada en el alma por el Uno que nos ama, que nos reclama. Esta necesidad del alma es lazo de amor, la promesa del místico para recordar a Diós. Despertamos este recuerdo con el conocimiento de nuestro olvido, la experiencia de la separación. Se nos hace experimentar que estamos separados de lo Amado, que lo hemos olvidado. Esta experiencia trae a la consciencia la necesidad de nuestro alma de retornar al Hogar, viajar de la separación a la unión. La primera oración es el suspiro del alma, el lamento de la flauta caña que ha sido arrancada de los juncos y anhela retornar. 

[...] ¿Cómo puede lo Amado estar separado? ¿Quién llama a quién? Sólo hay Uno. Entonces atisbamos la realidad detrás de las imágenes, que nuestra necesidad es la necesidad de Diós, que nuestro llanto es la respuesta de lo Amado: “Tu llamada `Allâh!’ era mi `Aquí estoy´, tu dolor anhelante mi mensajero para Ti”. El misterio del sendero es que en el círculo cerrado del amor lo Amado se llama a Sí Mismo dentro del corazón del amante. Nuestra necesidad es Su necesidad, y aún así, Él está completo en todos los aspectos. Llevamos la semilla del anhelo divino y la hacemos nuestra. Nuestra oración para acercarnos más a lo Amado es un despliegue de intimidad, un compartir algo infinitamente precioso. Lo Amado necesita nuestras lágrimas, nuestros gemidos, nuestro anhelo, nuestras oraciones. Él comparte este secreto con nosotros. 

 –Lewellyn Vaughan Lee, Prayer of the Heart in Christian and Sufi Mysticism, Chapter: The Circle of Love.

Texto 3:


Todo, sin excepción, tanto la lógica sana como los datos históricos, revela y afirma que Dios es la Bondad absoluta. El es Todo Amor y Toda Misericordia. El es el Justo Conciliador de todo cuanto existe. 

Pero si esto es así, por qué encontró la necesidad de alejar de El, debido al orgullo propio de todo individuo todavía joven y no totalmente formado, a uno de Sus hijos más cercanos, que El mismo había espiritualizado, y de gratificarlo al mismo tiempo con una fuerza igual pero opuesta a la Suya... Me refiero a Satanás. 

Esta idea, como un sol, aclaró la situación de mi mundo interior. Me hizo comprender que para una construcción armoniosa, también el gran mundo ha tenido la imperiosa necesidad de un factor incesante de recuerdo. Por esta razón. Nuestro Creador mismo se vio obligado, en nombre de todo lo que El había creado, a poner en esta situación terrible, objetivamente hablando, a uno de Sus bienamados hijos. 

Por consiguiente, ahora también yo debo hacer de uno de los factores favoritos de los que dispongo, una fuente análoga de recuerdo constante para mi pequeño mundo interior.

Por consiguiente, ahora también yo debo hacer de uno de los factores favoritos de los que dispongo, una fuente análoga de recuerdo constante para mi pequeño mundo interior. 

Surge ahora la pregunta: ¿Hay algo, en mi presencia general, que pueda, si la aisló de mí, recordarme a mí mismo sin cesar, cualquiera que sea mi estado?

–G.I.Gurdjieff, en el Prólogo a La Vida es Real sólo cuando Yo Soy–