viernes, 1 de junio de 2018

Caminar con y en el Mesías


 ¿A quién llevamos a cuestas, al Viejo Adam tarado, gruñón y deprimido o al Último Adam que es Espíritu vivificante (1 Corintios 15:45)? ¿Quién vive realmente nuestra vida?

Suponiendo que ya se posea una semilla o embrión de alma divina (i.e Espíritu Santo), en el mejor de los casos el Maestro y el Caído se alternan, como los famosos Dióscuros, Cástor y Pólux, que mientras uno vivía en el inframundo inconsciente, el otro existía en tierra de vivos.

Precisamente ése es el tema de la Luna de este mes, Géminis, los Gemelos, ilustrado en la historia del endemoniado Gadareno cuyo nombre era "Legión" y vivía entre "sepulcros" (Marcos 5), o en el episodio del Mesías dormido en el fondo de la barca, el inconsciente del alma (Mateo 8:24), hasta que despierta y ahuyenta la tormenta.

Mas a menudo sólo percibimos a uno, por lo que ambos sufren tormentos, uno como cordero llevado al matadero (Isaías 53) y otro como diablo...arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10). Y es en esa falta de atención donde radican nuestros pesares.

Por eso hemos de aprender a percibir al Maestro en el fondo de nuestro alma, pues es Él quien verdaderamente siente sin interferencias de pensamientos y emociones bajas.

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mateo 11:28-30)
 
Uno de los hábitos mentales más dañinos que se le inculca al humano es que en el fondo está solo ante el mundo y todo depende de su sacrifico y esfuerzo, lo cual refuerza el sentido del ego aislado, la mente que no es capaz de "soltar las cargas de sí misma".

Hoy incluso se difunden mucho engañosos lemas luciféricos como: "sé tú mismo", "escucha a tu cuerpo y tu corazón"... y pocos reparan en que ese "tú mismo", "cuerpo" y "corazón" ordinarios son una "legión gadarénica" de impulsos o yoes contradictorios, llenos de sufrimiento, odio hacia lo ajeno, codicia, envidias, deseo de imponerse, olvidar cargas, confusión...

Mas lo que se necesita es algo muy distinto. 

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne (Ezequiel 36:26)

sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo (Juan 20:22) 

Mas aquellos que han recibido el mensaje del Mesías/Ungido/Kristo y con él un espíritu nuevo, ya deberían ser capaces de saborear una Mente cuyo sentir nos hace quizá más vulnerables ante las heridas del mundo pero también más inquebrantables, hasta lograr incluso lo imposible, que es observar imparcialmente y rescatar poco a poco los fragmentos del alma personal, que encierra las chispas de luz inmortal del viejo Adam, caído y atrapado en forma de ego satántico desde épocas ancestrales. En efecto, algo dentro de nosotros necesita ser rescatado y redimido, pues su tormento no cesa vida tras vida. 

Y para ello no basta con confesar pecados y arrepentirse, como creen en muchas iglesias, pues así sólo seguimos errando, y por tanto enfermando y muriendo. En los Evangelios Juan el Bautista habla de metanoia, que no es arrepentimiento, sino transformación de la consciencia, un giro radical que lleva a la aphesis o liberación, cesación completa del tropiezo/transgresión, lo cual conduce a la regeneración física e inmortalidad del alma.

Ahí radica el papel del Salvador, el Mesías/Ungido, el Kristos Iesous del que habló Pablo, que no es un personaje externo, sino un Alma Divina que procede del Padre-Origen, con cuatro grados de desarrollo (Nefesh, Ruaj, Neshema, Haya) que vienen a rectificar al alma-cuerpo caídos durante la vida, hasta completarse la inmortalidad. Tristemente, pocos perciben su Presencia y se relacionan con el Maestro como con un Esposo, aún incluso después de haber recibido su "semilla":

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy (Juan 14:26-27)

Sin embargo, el Espíritu Santo es aquí la semilla emocional, el recordatorio acerca de las Enseñanzas sobre el Hijo enviado y el sentimiento de comunión que se despierta en el corazón. Y estos no son suficientes, pues son sólo dones del espíritu:

Porque el testimonio de Iesous es el espíritu de profecía (Apocalipsis 19:10)


Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia...y no tengo amor, nada soy (1 Corintios 13:2) 

Porque sin arrepentimiento (ametameletos) son los dones y el llamado de Dios (Romanos 11:29)
 

No basta con recordar mentalmente que el Hijo encarnado padeció y su alma se fusionó con el Padre Divino, ni sentir comunión emocional. Ahora el resto del cuerpo del Mesías, con todo su Amor, Vida, Conciencia y Paz, debe encarnar y expresarse en la humanidad siguiendo el mismo proceso de Yehoshua/Iesous.


Hace falta recibir el Espíritu de Verdad, la Shejinah o Mente Divina que el Hijo envía desde el Padre, cuya Enseñanza/Torah expone nuestros motivos ocultos, nuestros errores más inconscientes y nos hace realmente despertar, descubriendo al Hijo de Dios en nuestro interior:

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el que procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí (Juan 15:26) 

Y cuando tenemos los dos testimonios, de Padre y del Hijo, podemos comprender lo que dijo Pablo:

Porque ¿quién conoció la mente del Maestro? ¿Quién le instruirá? Sin embargo, nosotros tenemos la Mente del Ungido (1 Corintios 2:16)


Es la Mente Divina la que da testimonio o se hace Testigo del Hijo dentro de la persona, lo cual la hace invulnerable, incapaz de transgredir la Ley, pues todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel [Hijo-Alma] que fue engendrado por Dios [en la persona] le guarda, y el maligno no le toca (1 Juan 5:28)

Ahora, tan pronto como comenzamos a percibir a los dos Adanes enfrentados dentro de nosotros, las dos almas, la Verdad nace con mayor intensidad, al igual que la batalla:

Entonces el dragón [Adam caído] se airó contra la mujer [alma-embrión], y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los Mandamientos de Dios (Testimonio del Padre) y tienen el testimonio  de Iesous (dentro de sí mismos) (Apocalipsis 12:11-17)

Y como dijo el Bautista, es necesario que Él crezca, para que yo mengue (Juan 3:30)

Sólo entonces podemos negar los impulsos del viejo alma, cargando con la cruz del mundo, incluso soportando en nuestro cuerpo transgresiones generacionales que nunca cometimos. Eso es cargar con los pecados del mundo. Echar la culpa a otros no sirve de nada. Nuestra parte divina vino a redimir.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Kristo Iesous, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,sino que se despojó/vació a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:5-11)

Y despojarse es precisamente caminar, halakah, con el Mesías, en el Camino de Amor, Vida, Conciencia y Paz.

He ahí el mensaje central en toda la Enseñanza del Ungido/Mesías, ser conscientes de la inmanente Presencia Divina por medio de Su Cuerpo, el Nuevo Alma, y su relación personal con la vida de cada uno. Lo que los profetas dieron en llamar: Dios con nosotros, Emanu-El.

Esta inmanencia  aparece mencioanda desde el relato del Génesis, en el que el alma viviente en que se convirtió Adam, conversaba en el Jardín del Edén con la Divinidad, pero la relación que se interrumpió cuando el alma adámica mordió el fruto prohibido del ego o yo separado, placeres proporcionados por el cuerpo energético, la Najash o Serpiente. Desde el mismo instante en que el alma quiso algo distinto de lo que ya tenía, y se sintió "desnuda" y con "temor".

Así el nivel de consciencia descendió al mundo de los sentidos, perdiendo de vista el estado de conciencia llamado Jardín edénico o Gan Eden. Gan se compone de las letras Gimel y Nun, que representan el cuerpo o Guf y el Neshema o Alma mental conectada a lo divino, mientras que Eden tiene que ver con percepción de la dicha divina.

Desde esa caída Adámica, la brecha entre la consciencia humana y lo divino fue haciéndose mayor. Y aunque fue restablecida con la entrega de la Torah y el pueblo de Israel volvió a recobrar cierta consciencia, esa parte de la humanidad volvió a caer en la adoración de lo "externo", el Becerro de Oro, Egel.

En cambio el Nuevo Alma-Espíritu del Mesías, generada por Yehoshua/Iesous Kristos vivifica y ya no puede caer más (1 Corintios 15:45), siendo capaz de restablecer la conexión dentro de quienes la reciben y la alimentan con buena Enseñanza.

 Antes incluso del Testimonio de Yehoshua/Iesous, el mismo Enoc caminó con los poderes divinos/Ha Elohim (Génesis 5:22), hasta el punto de que logró vivificar o elevar la vibración de su cuerpo al nivel del alma y cruzó el umbral del mundo material, siendo arrebatado. Así se inició la leyenda de Metatrón, Thoth o Hermes Trismegistos, según los textos antiguos. Aún así no recibió la capacidad de engendrar almas, como logra hacer Yehoshua/Iesous desde el Padre o Mente Cósmica.

La reconexión sólo fue posible con la llegada de un nuevo espíritu, impartido por el Maestro, a todos quiens escuchan, estudian y comprenden su Palabra, la cual posibilita una nueva forma de caminar, rodeados de Verdad, incluso en la adversidad.

El reino de los cielos se ha aproximado (Mateo 3:2)

Es lo que el fraile franciscano Richard Rohr denomina respirar bajo el agua: 


Todo el trabajo de Dios consiste en devolvernos al jardín para creer lo que siempre fue verdad y siempre será verdad y es verdad en este momento, pero que la mayoría de nosotros, debido a nuestra mente pensante, debido a nuestro intenso odio hacia nosotros mismos, y la duda ya no lo cree más. Por lo tanto, debemos encontrar una nueva forma de respirar, una nueva forma de vida. Lo llamo la mente contemplativa, sobre la mente calculadora con la que la mayoría de nosotros hemos sido entrenados para pensar. La forma de respirar bajo el agua es una forma de mente contemplativa simple. No tienes que hacerlo muy religioso. Es tan simple como la respiración, pero no sucede a través de la mente. No puedes llegar allí, solo puedes estar allí [1]

Todo depende de a quién llevemos a cuestas.

Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos, y tú en mí (Juan 17:21-23)


Ya que:

el Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser…linaje suyo somos (Hechos 17) 

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