viernes, 2 de diciembre de 2016

Sobre el sacrificio espiritual


Expulsión de los mercaderes del Templo
Arte Medieval, Biblioteca Británica Arundel



Porque no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Divino Elohim, no despreciarás (Salmo 51:16).

Éste es sin duda uno de los versos más profundos en toda la Escritura, y esconde secretos que apenas estamos capacitados para sondear con palabras.

¿Qué es realmente un espíritu contrito y humillado? ¿Un ser afligido, arrepentido, abatido o algo más?

El verdadero sacrifico espiritual comienza con el derrumbe de todos los ídolos internos, incluida la idea de un Dios separado que demanda nuestro servicio, sacrifico y sufrimiento. El Bendito sólo da inmensa Bondad y no espera nada más, excepto el sacrificio de aquello que nos impide recibir su plenitud como Hijos.

¿Qué se requiere de nosotros?

Antes de profundizar en esta cuestión podemos partir de algo simple:

...los ebionitas [véase la aclaración 1 al final de este artículo] se mostraron muy críticos con la posibilidad de reanudar una religión que prescribía sacrificios de animales. Por ello sostuvieron que Jesús había venido a abolir, gracias a su propia muerte, los sacrificios cruentos. Junto con el rechazo de los sacrificios mantenían una notable preferencia por una dieta vegetariana, que implicaba una oposición absoluta al consumo de carnes. La unión de ambas posturas era explicable porque en la Antigüedad el consumo de carne iba ligado muchas veces a los sacrificios en los templos, cuyas víctimas sacrificadas se vendían luego en los mercados. Se comía carne cuando había sacrificios, cuando no, la dieta era otra (Los Cristianismos Derrotados, Antonio Piñero, p.75).

Independientemente de que ésa no sea la única razón por la cual se produjo la encarnación anticipada del Cristo/Mashiaj, es evidente que Yehoshua se manifestó en contra de todas las normas rígidas y sacrificios rituales, tal como se ve reflejado en la expulsión de vendedores de animales destinados al sacrificio y consiguiente consumo (Juan 2:13-16):

Encontró en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas que estaban allí sentados, y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos con las ovejas y los bueyes... (Juan 2:13-16).

Esto se halla muy en sintonía con la visión de los profetas bíblicos que le precedieron, quienes señalaron el gran error de los sacrificios rituales carnales:

El que sacrifica un buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase a un perro; el que ofrece presente como el que ofrece sangre de cerdo; el que quema incienso como el que bendice a un ídolo. Como ellos han escogido sus propios caminos y su alma se deleita en sus abominaciones (Isaías 66:3 RV)

Lo que quiero es amor, no sacrificioel Conocimiento de Dios y no holocaustos (Oseas 6:6)

Vuestros holocaustos no los acepto y vuestros sacrificios no me agradan (Jeremías 6:20)

Yo no hablé a vuestros padres ni les di orden alguna el día que los saqué de Egipto sobre holocaustos y otros sacrificios (Jeremías 7:22)

(Ver también Isaías 1:11-16; Amos 5:21-44; Proverbios 21:3; Oseas 8:13)

Ahora, si los profetas pensaban así, ¿de dónde venía entonces la costumbre judía de sacrificar animales y ofrecérselos a Yahvé? ¿Acaso la copiaron de otros pueblos?

La costumbre salvaje de los sacrificios para aplacar "la ira de los dioses" estaba extendida por toda la tierra, y llegó a formar parte de la religión judaica, que degeneró allende límites concebibles, como todas las demás.

Moloch

En el último artículo ya vimos cómo las enseñanzas espirituales fueron rechazadas por una mayoría del pueblo hebreo, el cual prefirió un culto carnal-literal. 

Esto les hizo incapaces de recibir la verdad sobre una realidad superior a los elementos del mundo, y tuvieron que ser dejados en manos de las inteligencias astrales que se rigen por las leyes de la Naturaleza, las cuales son implacables a la hora de demandar energías. Y cuando ciertas energías no se obtienen de trabajos espirituales, la misma Naturaleza se ve obligada extraer esas energías forzando a trabajos más severos, o trayendo catástrofes.

Así surgió el sacrificio ritual, una "sombra" del verdadero sacrificio interior que el pueblo no quería realizar. 

El Libro del Esplendor or Zohar explica que sacrificio, korbánviene de karob,  acercarse. El sacrificio acerca a lo divino. Y precisamente, un corazón roto es el mayor sacrificio –como oímos decir en el Salmo del rey David–, ya que cuando el orgullo cae, el corazón está preparado para recibir.  Y ése es por cierto el sentido de Kabbalah, recepción.

El sentido interno de la Escritura enseña que el Creador y algunos seres angélicos se complacen al recibir las energías emanadas por quienes trabajan con verdadero fuego espiritual, con amor por la Presencia divina durante la meditación, con la no manifestación y transformación de emociones negativas, el auto-examen de conciencia, la compasión por quienes ofenden a uno, etc.

Y es el propio trabajo interior lo que armoniza o pacifica la Naturaleza, como bien podemos notar con la práctica espiritual.

Despertar el fuego espiritual involucra sentir el cuerpo, el corazón y la mente superior al mismo tiempo.

Pero sólo la Luz de Gracia perdona las cargas y disuelve gradualmente todo residuo de vibraciones bajas, manifestando la perfección divina, en la medida en que uno recibe y cultiva la Mente del Mesías.

En las Escrituras, la quema de impurezas y emanación de energías espirituales se simbolizó con el "humo" que salía de la grasa animal chamuscada:

Quemarás al carnero sobre el altar: es holocausto de olor grato para YHVH, es ofrenda quemada a YHVH (Éxodo 29:18).

El carnero que embiste con sus cuernos representa al "testarudo ego", el "satán interior" o "primogénito carnal", que era precisamente lo que se pedía sacrificar a Abraham y su descendencia, y que pocos entendieron. 

Eso explica por qué el Antiguo Testamento habla de un constante sacrificio de los "primogénitos". 

Como señaló Pablo, en el crecimiento interior, primero viene lo carnal o natural, y después lo espiritual (1 Cor 2:14).

Desgraciadamente, hoy parece que seguimos sin ir más allá de lo carnal. 

Y precisamente, el rechazo de estos "sentidos internos" de la Torah hizo a Israel y otros pueblos externalizar los sacrificios, empleando incluso infantes humanos, siendo presa de fuerzas más bajas, que la tradición judeocristiana denomina principados, dominaciones, potestades, y los espíritus malvados del aire (Efesios 6:12), los cuales originan cultos idolátricos basados en automortificaciones, culto a las imágenes, realización de ofrendas materiales, y como no, sacrificios sangrientos como los ofrecidos a Moloch, los cuales liberan energías que alimentan el campo magnético de la luna, del cual se nutren muchas criaturas.

En ese contexto se inscriben pasajes como:

Si habéis muerto con Cristo a los principios elementales del mundo [fuerzas astrales y planetarias], ¿por qué como si aún viviérais en el mundo os sometéis a preceptos tales como: no manipules, no gustes, no toques...según los preceptos de los hombres? Tales cosas tienen apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los apetitos de la carne (Colosenses 2:20).


Vemos así que el sacrificio lo es también de la visión  de los sentidos carnales, que nos impide ver el sentido espiritual de las Escrituras, llenándonos la mente de  ideas raras, prejuicios y falsas creencias. 

Sólo sacrificando nuestro orgullo y ojo carnal podemos saldar todas las deudas que nos aprisionan, lo cual sólo se hace posible por medio del auto-estudio y la meditación/oración constantes.

Al eliminar los ídolos de la mente y el corazón, dejamos de considerar a Dios como algo externo o alejado, hasta el punto de que mora en nuestro sufrimiento y en la Conciencia que lo ilumina:

Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás (Salmo 51:17).

El sacrificio interno nos convierte en vehículos de la mente divina, haciéndonos nacer de arriba, alimentando el Cristo interior y llevándonos por último al matrimonio superior. Pero continuaremos en el próximo artículo.

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[1] Como ya explicamos en otros artículos, en un principio los Ebionitas fueron los Pobres, Evyonym o Esenios del Sur de Israel, responsables de compilar los Rollos del Mar Muerto hallados en Qumran.

Sin embargo, tras la crucifixión de Yahshua, la Congregación Nazarena de Jerusalén, integrada por los Apóstoles, los Esenios nazareos del Norte y algunos fariseos conversos, llegó a ser también conocida también por ese nombre, dado que compartían bienes y tenían costumbres parecidas. El mismo Pablo se inició con ellos antes de ser aceptado en la hermandad nazarena.

No somos pocos los investigadores que nos inclinamos a pensar que los Ebionitas de siglos posteriores eran el remanente de la Cristiandad Nazarena original, que se vio forzada a ocultarse, primero de los romanos y más tarde de la Iglesia Constantiniana. 

Más información en otros artículos de este espacio:

En Busca del Cristianismo Ebionita y Nazareno:



Jesús y el Calendario Esenio:




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