sábado, 9 de enero de 2016

Meditación y Oración Centrante – Parte I

                   Entrevista a Thomas Keating, Basil Pennington y William Meninger


Cumpliendo la promesa, salvando toda división religiosa y pensamiento superficial new ageconviene aclarar posibles dudas y obstáculos respecto a la forma de contemplación descrita en La Nube del No Saber, magnífica obra atribuida a un anónimo monje cartujo del siglo XIV, y que él mismo completó con otra joya, El Libro de la Orientación Particular [1].

La enseñanza de dichas obras se basa en una meditación-contemplación que es simplemente vista como un silencioso beso entre el Eterno y el Hijo que mora en cada corazón humano, o bien entre el Esposo o Espíritu y la Esposa o Alma humana.  

Algo que recuerda a las palabras de Salomón:

Deja que me bese con el beso de su boca.
Son tus amores más deliciosos que el vino; son tus ungüentos agradables al olfato. Es tu nombre un perfume que se difunde; por eso te aman las doncellas [almas humanas]
 Cantar de los Cantares 1:2-3

Muchas culturas antiguas conocieron al Eterno en alguno de sus aspectos o atributos, como Espíritu creador y como proveedor, Madre tierra, pero nunca de forma tan completa como en la Enseñanza sobre el Camino, y mucho menos de una forma tan íntima. 

En los primeros siglos de la pasada Era de Piscis, los Padres del Desierto re-descubrieron que el grado superior de oración es el amor silencioso sostenido hacia el Único Maestro, y lo convirtieron en una disciplina, de un modo casi idéntico al método de La Nube del No Saber.

Ahora bien, descubrir su Amor dentro y ser capaces de descansar en el mismo, tumbados o sentados, sin movernos, requiere una guía, comprensión y disciplina espiritual muy sutil, ya que la mente tiende a caer en muchos auto-engaños y el corazón humano se ha endurecido tanto como una roca y apenas siente como debe. 

La Nube del No Saber comienza incluso con una advertencia que deja bien claro que esta enseñanza no es para cualquiera, sino para aquellos que están comprometidos con la senda interior, según los principios transmitidos por los que siguen el Camino. 

Pero lejos de ser una enseñanza secreta, ha salido a la luz para todo aquel que quiera beneficiarse, aunque no sin asumir la responsabilidad.

Fueron los monjes trapenses Thomas Keating, William Meninger y Basil Penington quienes popularizaron dicha forma amorosa de contemplación bajo el nombre de Oración Centrante, enseñando primero a sus compañeros, y más tarde a personas interesadas en la senda interior. 

Todo comenzó en los años 70, como un intento de hacer ver que en Occidente existen métodos tan valiosos como las formas de meditación oriental que comenzaron a ponerse de moda en esas fechas, debido a la pobreza espiritual del cristianismo convencional de masas.

Aunque como veremos, la aproximación a la Oración Centrante incluye meditación en sus primeros pasos, y de ahí puede llevar a la contemplación dichosa o incluso más allá, a la unión mística, que de ningún modo son actos que realiza el aspirante, sino que se producen espontáneamente cuando no hay resistencia.

Esta combinación de meditación, contemplación y unión es una especie de tres en uno que está despertando un interés creciente.

Las posibles similitudes y diferencias entre las artes orientales y occidentales se irán aclarando a medida que avancemos.

De momento, veamos lo que el Padre Thomas Keating dice con relación a la Oración Centrante:

El silencio no es la ausencia de ruido sino la ausencia de resistencia hacia Dios.

Dios siempre está presente, somos nosotros los que estamos ausentes.

El anhelo que sientes por Dios es en realidad el anhelo que El siente por ti, y éste invita a una increíble y tierna intimidad sin palabras.

Estas sabias y simples palabras bien pudieran ser atribuidas a un místico sufí, como Rumi o Ibn Arabi, y sorprende escucharlas en boca de un monje cristiano católico, aunque no es uno cualquiera, sino el viejo Thomas Keating.

Comprender lo que quiere decir implica descubrir que nuestras “resistencias” son de tipo físico, mental y emocional. Ellas son las que nos impiden recibir la energía fina del Amor, lo cual nos causa dolor emocional y frustración.

Eliminar esas resistencias es precisamente el objeto de las formas auténticas de meditación, aunque no todas lo hacen en el mismo grado.

Una aproximación es la meditación discursiva, que trata de experimentar el contenido de una oración, o bien de sacar a la luz lo inconsciente por medio del razonamiento, indagando cuestiones tales como:


¿Qué pensamientos y creencias subsonscientes desencadenan emociones negativas: miedos, pereza, aburrimiento, tristeza, enfado, odio, rencor, soberbia...? 

¿Qué tipos de sensación y emoción hay y cómo se relacionan entre sí? etc

Luego está la meditación visual, muy propia de que  la filosofía kabalística, donde se potencia y proyecta una intención por medio de la concentración en símbolos y letras. 

Ahora, si bien la meditación discursiva y visual son útiles para aclarar el pensamiento y la relación alma-cuerpo, muchos olvidan la importancia de la silenciosa meditación analítica, la contemplativa y la devocional.  

Por desgracia hay mucha confusión al respecto y muchos acaban despistados. 

Muy de moda está la Meditación Transcendental, la cual utiliza un mantra como modo de transcender el pensamiento. El problema es que este tipo de meditación es limitada y conduce fácilmente a percepciones condicionadas. 

La Oración Centrante, que es más bien devocional, emplea como primer paso una palabra que tenga significado profundo para uno mismo, pero sólo para focalizar la intención y la atención cada vez que haya una distracción, nunca para anular la mente. Aquí es el anhelo y el amor lo que propulsa al practicante hacia su centro, como enseña La Nube del No Saber:


He aquí lo que has de hacer. Eleva tu corazón el Maestro; con un suave movimiento de amor, deseándole por sí mismo y no por sus dones [esto es, por sus beneficios: efecto embriagador y curativo]

Además, la Oración Centrante no trata de deshacerse de las distracciones, sino que las necesita y las utiliza para descartarlas y reafirmar la compasión y el amor una y otra vez. Si la mente divaga cien veces, la atención vuelve ciento una al amor, con el doble de fuerza.

Un tipo similar de meditación contemplativa es Dhyanael séptimo escalón del Yoga. En especial la modalidad del sufismo Naqshbandi, tal y como fue enseñada por Bhaisab y descrita por su discípula Irina Tweedie en la gran obra Hija del Fuego.

En Dhyana la mente también es absorbida por el Amor del Corazón silencioso, conduciendo a la unión mística.

Aquí, Dhyana y Oración Centrante coinciden, y pueden ser expresadas con versos sueltos de Rumi:


El Amor llega completo como la luna en la ventana
Busca sólo aquello sobre lo que no tienes idea
Desea sólo aquello sobre lo que no tienes esperanza
Esto no es una islita o playa pequeña, 
Esto es el Océano sin orilla
Aquí el nadar cesa, en ahogo eterno

No obstante, la modalidad sufí de meditación Dhyana tiene el inconveniente que trata de abandonar la sensación del cuerpo desde el comienzo, lo cual es muy desaconsejable sin un Maestro, sobre todo para gente inexperta, ya que cualquier demonio o "energía fría" no deseada se puede meter dentro de un cuerpo no habitado por el Amor místico.

En cambio, la Oración Centrante y las técnicas contemplativas de los Padres del Desierto, simplemente dejan que el Amor inunde corazón, mente y cuerpo, pues una de las metas  del Camino es espiritualizar la materia y crear un cuerpo inmortal divinizado.

...se siembra cuerpo animal y se levanta un cuerpo espiritual (1 Corintios 15:44)

...el que se allega al Maestro se hace un espíritu con El (1 Corintios 6:17)

Un objetivo que también comparten los caminos de oriente, aunque en ellos prima más la vía de la Sabiduría, sobre todo en etapas iniciales.

En dicha vía simplemente se observa en silencio la presencia de vida en el cuerpo y los condicionamientos, dejando que los disuelva el Ojo luminoso del Espíritu, tanto en meditaciones sentadas como durante el día, en actividades cotidianas.

La forma más conocida de meditación analítica silenciosa es la meditación shamata-vipassana, la visión relajante-penetrante que enseñó Buda.

Esta meditación tiene como objetos de concentración las Leyes del Dharma, o bien los cinco agregados del complejo egoico, comenzando con la atención a la sensación corporal y la respiración. Así la mente no divaga y es capaz de desenmascarar las ilusiones que componen el complejo egoico

1)Nombre-Forma (objetos etiquetados:cuerpo, flor...)
2)Sensaciones (frío-calor, agradable-desagradable...)
3)Percepciones intelectuales (proceso de etiquetar) 
4)Pulsiones y deseos inconscientes.
5) Consciencia que acompaña a cada agregado.

Sin embargo, a medida que el practicante avanza, necesita otros objetos de concentración, como la Compasión, sentándose a ver y comprender en su mente cómo el sufrimiento y la ignorancia hace desdichados a los humanos. La compasión así lleva al perdón y al amor.

Así el aspirante transciende el terreno de los cinco agregados y crece su resplandor primordial del Ser, que el Budismo Tibetano llama Luz Madre o Rigpa.

Dicha Luz no es otra que el Espíritu Santo del que habla la doctrina judeocristiana, pues, no lo olvidemos, sólo hay un Ser, y éste mora allende todo engaño.

El camino hacia la Luz es la Compasión y la Misericordia –Buda

Sin el Amor y Compasión divinas que abren el Corazón desde lo profundo, las formas de meditación quedan vacías y pueden conducir fácilmente a los típicos engaños pseudo-nirvánicos o a estados de ensimismamiento que son una pérdida de tiempo. 

Buda fue uno de los primeros en señalar eso, haciendo caso omiso del fanatismo brahmánico. Y por supuesto, Yahshua, los Padres del Desierto y el autor de la Nube del No Saber, no fueron la excepción, enfatizando advertencias. 


Ahora bien, es preciso insistir en que estas formas de meditación son necesarias para adquirir auto-conocimiento y comprensión, pero no son auto-suficientes, pues como bien señalan grandes Enseñanzas de oriente y occidente, la Gracia Divina juega un papel definitivo a la hora de llevar a un aspirante hacia lo más alto.

Sea cual sea el modo de meditación elegido, lo importante es comprender y ver en nosotros que la oscuridad tiene un patrón: 

La visión estrecha lleva al pensamiento dual-divisivo, el cual cierra el grifo del Corazón y desencadena emociones negativas (desasosiego, ansiedad, enfado, soberbia...), que a su vez nos hace reaccionar de manera ciega y destructiva, buscando alivios externos.

Desenmascarar la oscuridad y seguir el Camino de Luz es básicamente lo que hace el estudio de la Enseñanza Universal, la cual debe incluir una práctica que transcienda el pensamiento.

Por eso en la entrevista Thomas Keating enfatiza la importancia de sentarse o tumbarse cada día un rato, para soltar cada pensamiento con ayuda de la Oración Centrante.

La experiencia enseña que es muy útil incluir la atención amorosa a la respiración y sus espacios, así como al cuerpo, para estabilizar la mente. 

Sin embargo, el gozo de la contemplación sólo llega de manera espontánea cuando el Maestro halla la casa limpia.

Así comprendemos qué es nuestro ser y quién mora en el mismo, transcendiendo las ilusiones que nos aprisionan con dolor emocional.

Nuestro Alma espiritual o Ser Profundo, puede hacer cualquier cosa, pero no es lo que creemos, ya que carece de todo egoísmo:

Con Massiah-Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que es Massiah-Cristo quien vive en mí (Gálatas 2:20)

En el Libro de la Orientación Particular se aclara esto:

Acuérdate de esta distinción entre El [Señor] y tú: El es tu ser, pero tú no eres el suyo.

El es el Todo en todos (1 Corintios 15:2)

La verdad es que sólo el Supremo es y existe; sólo hay un Ser con muchos atributos y funciones: Padre, Madre (i.e Gaia-Tierra), Hijo, más el Espíritu Santo, que es el beso de Luz y Amor que les une a todos.

Por tanto es un grave error afirmar Yo Soy el Dios Supremo, además de un gran chiste. 

Esa metedura de pata es muy propia de filosofías sesgadas como la de Nisargadatta, autor del famoso I am ThatYo Soy Eso. Idea que conduce fácilmente al orgullo pseudo-místico.

Ni siquiera el Humano Pleno diría eso, ya que es la imagen y semejanza del Nombre del Supremo, mas no el Supremo mismo, que es inagotable e indefinible. 

El caso más claro fue Yahshua el Nazareno, quien sólo llegó a afirmar, Yo y mi Padre somos Uno (Juan 10:30), mas se postró ante El, negándose a equiparase al mismo (Filipenses 2:5).

El [Jesucristo] es la imagen del Dios invisible [el Supremo], el primogénito de toda creación (Colosenses 1:15)

En todo caso estamos llamados a ser miembros de Dios-Hijo, siendo ya Dios-Madre, como parte de la Tierra.

En una línea similar de pensamiento, el genio de Buda negó la identificación brahmánica del atman o alma divina con lo Supremo. Sólo por eso aquel iluminado enfatizó la idea del anatta o no-alma y de para-brahman (más allá de Brahma).

Eso no equivale a la destrucción del Yo Real, el cual es la Luz misma. 

En la enseñanza de Buda, apegarse a la idea de nirvana  o cesación última de vibraciones es también ilusorio, pues como Nagarjuna aclaró en el siglo II: 

nirvana es samsara y samsara es nirvana.

La vacuidad es la forma y la forma es el vacío 
(Sutra del Corazón)

Todo es vanidad (Ecclesiastes I)

El Uno Amado y su radiante Plenitud no está separado de la Vida. El doloroso samsara –esta rueda de formas que nacen y perecen–, es sólo un velo o percepción parcial de la Realidad. Pero cuando el alma despierta, todo brilla en su verdadera Luz.

Comprender lo que es nuestro ser y quién mora dentro, nos prepara para transcender la ciencia, la filosofía y la religión, y así poder hallar el Amor y Luz que brillan por doquier. 

El Reino de los Cielos está dentro de vosotros, y fuera de vosotros, decía Jesús, Evangelio de Tomás.

El próximo día veremos más en detalle los pasajes de las dos obras sobre la Oración Centrante.
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[1] Muy recomendable es la compilación y breve comentario de ambas obras, accesibles de modo gratuito en:

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