viernes, 1 de marzo de 2013

Rastro inapresable





Sólo Respiración

Ni cristiano, ni judío, ni musulmán,
ni hindú, budista, sufí, zen, 
ni ninguna otra religión o sistema cultural. 
No soy del Este ni del Oeste. 
Ni de la tierra, ni del mar.
No soy natural, ni etéreo.
No existo, ni soy entidad en este mundo o
el próximo.
No provine de Adán ni de Eva,
ni de ningún otro origen.
Mi lugar es el sin-lugar,
un rastro de lo inapresable.
Ni cuerpo, ni alma.
Pertenezco al Amado.
He visto los dos mundos hechos uno, 
uno que llama y conoce 
al primer, último, exterior, 
interior y único ser humano 
que hálito respira.


(Adaptación propia al castellano desde la versión contenida en The Essential Rumi, de Coleman Barks)


Quizás estos versos de Rumi, escritos en el siglo XIII, tienen hoy día una resonancia mayor, si cabe, puesto que vivimos en tiempos de “mezclas”, donde la variedad de ideas, credos y logros técnicos parece más grande que nunca –al menos dentro del campo de la humanidad moderna–, y esta pomposa exhibición de mezclas ser muestra como fuente de “conflictos sin sentido”, “distracción” y un “vagar sin meta”, obstaculizando el reconocimiento de Eso que no tiene nombre y que une a todas las cosas y a todos en silencio, hic et nunc. 
No obstante, ¿cómo puede algo ser realmente obstáculo para lo insondable? 
Ojalá seamos capaces de sentir el eco de eso Amado invisible en cada criatura viviente, cada deseo, cada alegría, cada fracaso, cada lágrima, cada ilusión, en cada gesto de no-ser y estar agradecidos por ello. 
¿Acaso ese reconocimiento apuntaría a la esencia misma y tal vez propósito del así llamado “ser” humano?

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