jueves, 1 de octubre de 2015

Lo Divino Femenino y Masculino




La falta de comprensión de la unión entre lo Divino Femenino y Masculino se halla a la raíz de toda la violencia, guerras de religión y obsesiones sexuales que convierten a la gente en zombies, carne para Kali, la Diosa de la Destrucción.

Aquí yace una de las claves que han separado a Oriente y Occidente, el haz y el envés de la Verdad.

En las tradiciones místicas y religiones orientales prima la atención hacia el lado Femenino de la Realidad: el Vacío luminoso, la Consciencia, la Sabiduría, la Compasión, el Anhelo, mientras que en la dimensión exotérica de las tres religiones monoteístas –Judaísmo, Cristianismo e Islamismo– se tiende a enfatizar más el lado masculino: la Voluntad del Creador y la guía del Hijo o Profeta. 

Mas estos son inaccesibles sin la mediación de lo femenino. 

En la tradición nazarena temprana el Espíritu Santo  era simbolizado por la Paloma [Marcos 1:8-10], y conocido en hebreo como Ruaj ha Kodesh, Espíritu de Santidad, el cual une lo masculino y lo femenino.

Dicho Espíritu de Unión permitía a Jesús y los apóstoles curar a los enfermos con las manos. Técnicamente hablando es Amor Divino, la energía de la Shekinah, la presencia femenina del Supremo

El Espíritu Santo es reconciliación de los principios masculino y femenino. Cuando ambos se fusionan, surge algo nuevo. Por ejemplo, sin la unión del polo negativo y positivo no hay Luz; sin la interacción del óvulo y el esperma, no hay bebé; sin compromiso entre dos partes, no hay acuerdo. 

Sólo el Espíritu de Santidad puede ayudar a crear y ponernos en contacto con su fuente, la Mente de Luz de Hijo y la Voluntad del Padre.

No es casualidad que sea María Magdalena la primera en ver a Cristo resucitado en los Evangelios, que son auténticos manuales de Sabiduría si se estudian bien.

María Magdalena representa al Espíritu Santo, la semilla de amor que nos acerca a la Luz del Hijo.


Como vimos hace tres meses en el análisis del Padre Nuestro, el componente femenino de la divinidad ya está en la primera frase:  

Padre nuestro que estás en los Cielos (Shmaym)

que literalmente traducido sería:


Padre nuestro que moras en el Espíritu y Aguas Madre.

En Hebreo, los cielos, Shamaym son la suma de Shin (Fuego del Espíritu) y Mayim (Aguas Madre).   

La Tradición nazarena enseña que el Supremo se esconde o contrae por humildad, sacrificando todo egoísmo, dejando un Vacío Virginal o Vientre de Aguas puras donde se refleja su Voluntad, que es Bondad infinita. 

Ambos aspectos engendran un Océano de Luz que integra la Mente Universal [Logos-Cristo] y su Espíritu, el Fuego de Vida y Sabiduría representado por María Magdalena, Sophía. 

Basándose en el sentido interno del Libro del Génesis, los místicos hebreos e incluso Padres de la Iglesia Paulina como Felipe y Valentín, enseñaron que los Cielos son la Luz Madre del Espíritu donde se almacenan nuestros espíritus semilla [ruajim en Hebreo; logoi spermatikoi en griego], antes de ser vestidos con formas en el Jardín del Edén.

La Luz amorosa del Espíritu es la que todos los espíritus semilla contemplamos en nuestra raíz de Plenitud (Pleroma), antes de descender al alma con forma y de ahí a un cuerpo físico. 

Un proceso que se describe en los dos primeros capítulos del libro del Génesis.

Y el Espíritu [Ruaj] de Elohym se movía sobre el Rostro (Panym) de las Aguas (Mayim).

Es curioso ver cómo en esta frase todos los vocablos son femeninos, incluso Elohym, que literalmente se traduciría como dioses y diosas creadores y formadores.

Ahora se entiende por qué para los primeros cristianos nazarenos y katólicos  el Vientre de María y el Espíritu Santo eran tan importantes como la Voluntad del Padre y la Mente del Cristo.

Famosa es la oración: Santa María, Madre [Diosa] de Dios [Hijo]

Gracias al Vientre o Madre Divina, el Eterno puede verse reflejado en el Océano de Luz y su mejor expresión, que son los seres humanos, llamados a ser "los ojos del Eterno".

Así, Santa Teresa pudo asegurar que Dios está hasta en los cacharros de la cocina. 


En Dios [Madre] vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser –Hechos 17:28


Todo nace en el Vientre silente, esa Vacuidad que señaló Sidarta Gautama el Buda, el Despierto, quien ve la Naturaleza del Vacío en todas partes, hasta en un perro y una roca, pues todo es vacío luminoso que no vemos: la esencia femenina de la Divinidad.

El Vacío es la Forma. La Forma es el Vacío –Sutra del Corazón

Todo es vanidad –Eclesiastés I

Al hacernos conscientes de la impermanencia de las cosas y seres queridos que desaparecen en el Vacío del Tiempo, nacen la Sabiduría y la Compasión, que son comprensión femenina, como la descrita por Santa Teresa en en su obra Las Moradas del Castillo Interior.

La Sabiduría humilde y compasiva conduce a la purificación de cuerpo, corazón y mente, que es el Bautismo del Agua, puesto de moda por Esenios como Juan el Bautista.

Si la purificación no se interrumpe, se experimenta un segundo nacimiento (Juan 3:5), la semilla del Espíritu Santo, el Amor que guía nuestras vidas hacia el Marido Hijo y el Padre Supremo.

En sueños nos envía imágenes arquetípicas y durante el día nos ofrece vislumbres de la Bondad infinita reflejada en todas partes:

Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre–Gálatas 4:6

Juan bautizó con Agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días–Hechos 1:15

Si la evolución del alma continúa, ella, animada por el Espíritu se convierte en Novia (Nukhva en hebreo) del Hijo, la Mente Universal:

Y llegará el día, señala el Señor, en que me llamarás Esposo (Ishi) y dejarás de llamarme maestro (Baali) –Oseas 2:16.

He ahí una pincelada de la doctrina Nazarena-Cristiana original.

Por lo tanto, olvidémonos de pensar que Dios es un Ente Barbado escondido vaya usted a saber dónde.

El Padre y el Hijo divinos son demasiado para aquellos cuyo corazón y mente aún no pueden siquiera sentir su chispa de Luz, la cual clama atención a gritos en las "tristezas" y "depresiones" sin sentido. 

Por tanto, la presencia femenina del Espíritu en todos es el punto de partida necesario; aunque se necesitan la atención, la voluntad disciplinada y el discernimiento, cualidades masculinas.

Y si la persona es aún muy inmadura e indolente, los mismos padres o un mentor pueden reflejar el papel del Logos maestro y de Padre-Madre celestiales. 

En cuanto al Supremo en sí, no se manifiesta; no es ni Padre ni Madre, ni Hijo ni Hija, sino Todo y Nada a la vez. Por eso es Verdad 
omniabarcante, ab-soluta,  desde la solitud. 

Nada sucede sin Él, ni nada tiene lugar sin la Voluntad del Padre. Pero su Voluntad es incomprensible (Evangelio de la Verdad, Valentín).

Nosotros, entes finitos, sólo podemos hablar en el campo de la verdad relativa.

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