Khidir
Dejar
que el Ser Divino viva la vida a través de nosotros es la esencia de
todo camino espiritual genuino, una verdad que ha sido expresada en
innumerables mitos e historias desde tiempos inmemoriales, no sólo
por Pablo (no soy yo quien
vive, sino que Cristo vive en mí).
Después de todo, la humanidad moderna está destinada a convertirse
en los ojos del Uno; en otras palabras: Ser
en
el Mundo. En esto se basa una tradición ancestral heredada por místicos sufíes, quienes sostienen que este glorioso evento
tiene lugar "donde
los dos mares se encuentran",
el punto en el que Moisés pudo encontrar al Sabio Khidir, ese
enigmático hombre verde presente en tantos cuentos, incluso la
tradición celta [1]. Una figura que representa el "contacto"
con la Sabiduría que viene de la vida misma, no de los libros o los
maestros de carne y hueso; los guías externos sólo pueden apuntar
al verdadero Maestro de Todo. La Divinidad puede brillar y enseñar
en cada aspecto de nuestras vidas, si estamos lo suficientemente
despiertos como para reconocer Su Historia de Amor.
Para
ahondar más sobre este punto, merece la pena escuchar la charla y el
capítulo Donde los Dos mares Se Encuentran [2], a la que pertenece
el siguiente fragmento:
¿Por
qué no podemos entregarnos a este amor, a esta fuerza? ¿Por qué
luchamos, tratamos de defendernos, nadamos contra corriente? Esto es
también parte de nuestro drama humano, las dudas y la angustia, la
ira que viene de dentro, de lo profundo. No es fácil rendirse,
entregarse. No estamos hechos de ese modo. Requiere tiempo inclinarse
ante Dios. Y tenemos que inclinarnos una y otra vez, siempre cuando
somos más vulnerables. Y sin embargo, del ser apaleado por el amor
nace algo, un silencio, una cualidad de ser, una suavidad que forma
parte de la dulzura del amor. Hay muchas maneras en que lo Divino
cobra vida dentro de nosotros. Esta alquimia interior es la promesa
del corazón: que si permanecemos en el lugar donde los dos mares
confluyen, seremos transformados, que el amor nos revelará sus
secretos, secretos que son a la vez humanos y divinos.
Los
secretos divinos son en muchos sentidos más obvios: experimentar la
unidad que forma parte de toda la vida así como de nuestra relación
con nuestro Amado [lo Divino], la infinitud del amor, su éxtasis embriagador, la
paz interior que puede aportar, la compasión. Hay muchas cualidades
de nuestra naturaleza divina. Pero ¿qué es de los secretos humanos
que son revelados? ¿Qué se nos muestra acerca de nuestro mar? Sí,
existe la cotidianeidad de la vida que se nos devuelve, la
simplicidad de "cortar leña y llevar agua".
Tradicionalmente Khidr aparece en su forma más común y corriente, a
menudo pasado por alto hasta el momento que ha desaparecido: el
pescador que conocimos en el puente, el niño que nos sonríe. Y en
esos momentos común y corrientes desaparece toda imagen de nosotros
mismos con dificultades o problemas, y experimentamos la vida con un
frescor que forma parte del momento; quizá atrapemos la risa
existente en lo más profundo de las cosas. Estamos más plenamente
vivos.
Me
gustaría decir que esto es todo, este retorno a la simplicidad de
nuestro ser. Tiene la cualidad del retorno al Edén, recuperando la
inocencia de una infancia que quizá no hayamos tenido nunca. No hay
juicio, sólo conciencia pura y a menudo alegría. Observando el
vuelo de los pájaros, viendo caer una hoja en el viento,
experimentamos la vida como plenamente presente. Se me han dado
momentos semejantes, que, como un fuego en invierno, dan calor y luz.
Pero, ¿qué pasa con la persona que ha hecho el viaje? ¿Se
perdieron simplemente todas sus historias a la luz de este sol?
¿Queda algo del viajero? He llegado a la conclusión de que, incluso
cuando toda imagen de uno mismo ha sido disuelta como el rocío,
queda una historia que tiene un sentido y un propósito. El camino
del amor produce muchas cicatrices, a menudo cicatrices en el
corazón, y no todas desaparecen, aunque su drama haya disminuido.
Nos cuentan algo acerca de lo que significa ser humano, estar en el
lugar donde los dos mares confluyen, ver revivir al pez muerto. Y sin
embargo, ya que en los momentos de experiencia real no existe el
tiempo, simplemente existe el instante, esas historias no forman
parte de ningún pasado; son simplemente parte de lo que es. Son
parte esencial de nuestra experiencia mística humana, de nuestro
conocimiento más profundo de nosotros mismos.
Durante
mucho tiempo traté de dejarme a mí mismo atrás, de abandonarlo
como los restos de un coche viejo. Pero siempre quedaba algo
llamándome de vuelta. Una y otra vez intenté evitarlo, intenté
purificarlo con amor, disolverlo con luz. Pero quedaba siempre, como
si su historia necesitase ser contada y su significado descubierto. Y
es ahí donde yo estoy en este momento, con asombro y tristeza,
sabiendo que hay una parte de mi historia que todavía está
esperando. Ya no es una historia de lucha y transformación, el dolor
de la separación, el éxtasis de la unión. Y sin embargo, porta el
recuerdo de esos estados. Porta además un recuerdo de que estamos
siempre separados de nuestro Amado, somos siempre un siervo a Sus
pies, incluso teniendo presente el conocimiento de que la separación
es una ilusión y que todo es uno.
Entonces,
¿quién es la persona que está presente en este lugar, cuya luz es
parte de la luz de Dios incluso aunque necesite vivirla en mi pequeña
vida? ¿Qué sucede realmente cuando confluyen estos dos mares? ¿Se
mezclan y entremezclan como uno, o conserva cada mar sus cualidades
propias, uno hablando del infinito océano, el otro de la experiencia
humana común y corriente? ¿Cómo confluyen dentro de mí, y qué
historia cuentan?
Cuando
Moisés encontró a Khidr en aquel lugar, le preguntó: "¿Puedo
seguirte, para que me enseñes algo del conocimiento y la guía que
te han sido otorgadas?". Pero Khidr dijo que Moisés no sería
capaz de soportar el estar con él, ya que "¿Cómo puedes
aguantar lo que no comprendes?" (Sura 18:68). Moisés trató de
seguir a Khidr tres veces, hasta que finalmente tuvo que dejarlo,
incapaz de soportar sus acciones. En este viaje parece que lo humano
y lo divino van por caminos separados, y sin embargo, el sendero
místico es soportar lo que no podemos entender, seguir sus pasos sin
saber el porqué. No se puede explicar la experiencia directa al yo
racional; tenemos que dejar atrás a nuestro Moisés a la orilla del
mar. Y, no obstante, hay también un yo humano que hace el viaje con
Khidr, que no cuestiona o busca entender. Es el yo que permanece.
Y
por medio de este yo, algo es revelado que está oculto a la
dimensión más vasta de nuestro ser. No es sólo la lucha y
confusión, el anhelo y amor, el entregarse e intentar rendirse. No
es ni siquiera la simple conciencia del momento que ve el mundo con
ojos abiertos. Nuestro yo humano puede llegar a saber algo sobre el
encuentro de lo humano y lo divino, un encuentro que tiene lugar en
todo momento con cada respiración y, sin embargo, es ocultado muy
rápidamente por los patrones de la existencia, por el juego de
colores y formas que llamamos vida. Lo Divino viene a la vida en cada
momento y, en cada momento, es ocultado este misterio, en el mismo
instante en que es revelado. Es más rápido que un latido del
corazón y es muy fácil pasarlo por alto. Solamente lo puedes ver si
estás en el lugar donde los dos mares confluyen, donde lo humano y
lo divino se juntan. Si miras sólo hacia lo Divino, la luz es
demasiado brillante para verlo. Y si estás atrapado en los dramas
del ser humano, serás demasiado lento para darte cuenta de ello.
Pero
en todo momento este secreto está presente. Es un momento de
intención divina, una chispa de propósito divino, que es al mismo
tiempo nuestra intención y propósito. Se dice que cada uno de
nosotros tenemos un propósito único, divino, una nota del alma que
sólo nosotros podemos tocar. Y esta nota única sólo se puede tocar
en este mundo, en el tiempo y el espacio, en el limitado mundo de
formas. En los mundos interiores que se extienden más allá del
horizonte existe otra música, hermosos sonidos celestiales. Pero
aquí, en este mundo, cada uno de nosotros tenemos una vocación y un
propósito, y parece ser que gran parte del camino de la vida es
tratar de vivir este propósito, de tocar esta nota. Es la mayor
aportación que podemos hacer.
En
cada uno de nosotros existe un deseo vehemente de vivir este
propósito, de "encontrar el sentido y hacer del sentido nuestra
meta". Esto es lo que nos llama a lo largo de nuestro viaje por
la vida, y para alguna gente, si son afortunados, se desarrolla por
medio de los acontecimientos de su vida, una vida que entonces se
vuelve profundamente significativa y satisfactoria. Están viviendo
el propósito de su vida. Por supuesto que también es fácil
descarrilarse, atrapados en las ilusiones del mundo, sus placeres y
sufrimiento. Entonces perdemos el contacto con nuestro propósito
singular y la vida se vuelve paulatinamente cada vez con menos
sentido, por mucho que intentemos llenarla de distracciones. Para
alguna gente la vida espiritual ofrece un modo de intentar recuperar
este sentido, de reconectarse con este propósito, y, sin embargo,
tiene también sus distracciones propias, ilusiones de luz o
"desarrollo espiritual". Hay muchas maneras de perderse en
este mundo.
Pero
bajo el juego de los acontecimientos, la búsqueda de significado y
propósito, el perder y encontrar, está el simple encuentro de lo
Divino y lo humano: el propósito divino que toma forma humana. Esto
es lo que sucede donde confluyen los dos mares, este es el
significado de Khidr apareciendo como una persona normal y corriente.
Porque uno de los mayores misterios es que hay un propósito divino
que sólo se puede revelar en este mundo de formas, y como seres
humanos portamos ese propósito en nuestros corazones y en la luz de
nuestra conciencia. Portamos la luz de lo divino que viene al mundo,
la ola del mar divino que confluye con la ola del mar humano. Somos
el propósito divino que se pone de manifiesto. Es la historia de
amor oculta del mundo, lo que los sufíes llaman el secreto de la
palabra "Kun!" ("¡Ser!").
Toda
la lucha y búsqueda de significado lleva a uno a este lugar, a este
encuentro que tiene lugar una y otra vez en cada instante. Las
corrientes de lo Divino vienen a reunirse con nosotros, y nosotros
vamos a reunirnos con lo Divino. Y en este encuentro nos fundimos y
somos uno, y sin embargo, también permanecemos separados, porque,
como Ibn 'Arabî nos recuerda, "el siervo es siempre el siervo y
el Señor es siempre el Señor". Esta es la promesa y el
sufrimiento del místico: anhelamos el retorno al océano infinito
del amor, fundirnos de nuevo en la fuente. Y sin embargo, tenemos que
permanecer aquí en este mundo físico de multiplicidad para tocar la
nota singular de nuestro ser. Tenemos que honrar lo que significa ser
un ser humano aunque hayamos degustado lo que significa disolverse en
el amor.
_______________________
[1]
La historia Sir Gawain y el Caballero Verde, no tiene
desperdicio.
[2]
Extracto
del capítulo final de Fragments
of a Love Story: Reflections on the Life of a Mystic. Traducido
en:
Y
para aquellos que entiendan inglés, es recomendable escuchar al
propio autor, Lewellyn Vaughan Lee, quien lo comenta: