Tympanum of the Church of St.Trophime, in Arles
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. De pronto hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. De miedo de él, los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Pero el ángel dijo a las mujeres: «No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos y va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis. Ya os lo he dicho (Mateo, 28, 1-7).
Sorpresa es también darse cuenta de varios matices curiosos. En primer lugar no podemos dejar de preguntarnos por qué en inglés la Pascua recibe el nombre de Easter, que apunta al Este, donde sale el Sol, que cada año recorre un círculo, Galil, de constelaciones.
Y justo “tres días” después del comienzo del Solsticio de Invierno –situado entre el 21 y el 22 de Diciembre– llega la Navidad, erróneamente asociada al nacimiento de Jesús, pero que desde antiguo corresponde con la celebración babilónico-romana del nacimiento del Sol Invictus, el Sol Invencible, Mitra, Lucifer, la Luz astral atrapada en la materia.
A partir de ese momento el Sol inicia de nuevo su ascenso por el horizonte, haciendo a los días más y más largos.
A partir de ese momento el Sol inicia de nuevo su ascenso por el horizonte, haciendo a los días más y más largos.
Unido a esto, no es menos relevante que cuando nuestra hermosa tierra alcanza su máxima inclinación en sus dos solsticios (verano e invierno), tarda un poco en comenzar a inclinarse hacer el otro lado mientras rota y viaja alrededor del Sol. Debido a ello, durante ese período de “tres días” Helios asciende por el mismo punto y da así la impresión de permanecer atado a un poste, cual “ajusticiado”. De ahí la expresión “solsticio”, del latín “sol” y “stitium” (parón) o “sistere” (permanecer).
Así, no parece casual que ya en evangelio, antes del primer solsticio, se anuncie lo siguiente:
Porque así como tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de un gran pez, también tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en las entrañas de la tierra (Mateo 12:40).
Habiendo tocado fondo y morado tres días en la Oscuridad, el Héroe Solar comienza de nuevo su ascenso, “siempre hacia delante”, dejando atrás el signo de Capricornio en el horizonte.
En el siglo XIX algunos eruditos vieron que tal vez ése era el significado del rito judío de las dos cabras en el Yom Kipur. A una se la sacrificaba, mientras que a la otra se la dejaba escapar para despeñarse en el monte, cargando con los pecados de Israel. Y dado que a Jesús se le llamó el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan I:29), algunos intérpretes lo consideraron como la “cabra de escape” a la que aludían las profecías judías (Isaías 53) [1].
En un sentido la cabra que sube al monte efectivamente aludiría al ascenso del Sol hacia el nuevo signo. El 20 de enero entra en Acuario, el Aguador –signo posiblemente relacionado con el famoso Hijo del Hombre, otro de los apelativos de Jesús–. Finalmente Helios pasa por Piscis y alcanza de nuevo Aries, Primavera, tiempo de Pascua. Se completa así su "resurrección" a través de tres signos –todavía invernales–, que son en realidad "tres días solares", lo cual encaja con el "tercer día de resurrección". De ese modo, ni siquiera la fecha de celebración de la Pascua parece aleatoria.
En el siglo XIX algunos eruditos vieron que tal vez ése era el significado del rito judío de las dos cabras en el Yom Kipur. A una se la sacrificaba, mientras que a la otra se la dejaba escapar para despeñarse en el monte, cargando con los pecados de Israel. Y dado que a Jesús se le llamó el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan I:29), algunos intérpretes lo consideraron como la “cabra de escape” a la que aludían las profecías judías (Isaías 53) [1].
En un sentido la cabra que sube al monte efectivamente aludiría al ascenso del Sol hacia el nuevo signo. El 20 de enero entra en Acuario, el Aguador –signo posiblemente relacionado con el famoso Hijo del Hombre, otro de los apelativos de Jesús–. Finalmente Helios pasa por Piscis y alcanza de nuevo Aries, Primavera, tiempo de Pascua. Se completa así su "resurrección" a través de tres signos –todavía invernales–, que son en realidad "tres días solares", lo cual encaja con el "tercer día de resurrección". De ese modo, ni siquiera la fecha de celebración de la Pascua parece aleatoria.
Con todo, el universo también se halla dentro de nosotros, pues como Platón sugirió en la República, hay en realidad "tres soles": el físico, el fuego de la psique y el espiritual. Por lo tanto la resurrección solar es un “renacimiento” en tres niveles. Así, también es preciso morir y resucitar a nivel anímico, conquistando las pasiones oscuras y la "mente-asno" que nos mantiene atados a círculos viciosos dañinos. Al viajero se le invita a cabalgar el Asno, como hiciera Jesús en la entrada triunfal con la que comenzamos. La imaginería llegó incluso más lejos, pues otro de los símbolos cristianos, incomprensible para muchos, es el “asno crucificado”:
Grafito de Alexemenos (Wikipedia)
Algunos creen que se trataba de una mofa hacia Jesús, pero no parece el caso, pues hay una referencia histórica a la adoración cristiana del símbolo, como veremos. Además, la misma enseñanza se hallaba en Egipto, donde el crucificado era un Seth con cabeza de asno. Y es lógico, teniendo en cuenta que, quien ríe el último, ríe mejor. Al final la situación se invierte, ya que el dominio vertical de las dos estrellas Asno que aparecían en Cáncer, desaparece cuando Helios abandona Capricornio. Tal vez ésa es la razón por la que autores antiguos –i.e Platón y Porfirio [2]– consideraban a Cáncer como la Puerta del Hombre –donde las almas se encarnan en la Tierra–, y a Capricornio como la Puerta de los Dioses –donde retornan a la Fuente–.
Quedaría por ver la mayor parte del ministierio de Jesús, pero cae fuera de la Pascua. Aunque es tarea de cada uno descubrir las conexiones en el propio “alma”, estudiando los cuatro evangelios. Es iluminador ver cómo el encuentro de Jesús con San Juan el Bautista encaja con el simbolismo de Acuario, que es seguido de Piscis, que está ligado a su vez al momento en que Jesús recluta a sus primeros discípulos, “los pescadores”.
Quedaría por ver la mayor parte del ministierio de Jesús, pero cae fuera de la Pascua. Aunque es tarea de cada uno descubrir las conexiones en el propio “alma”, estudiando los cuatro evangelios. Es iluminador ver cómo el encuentro de Jesús con San Juan el Bautista encaja con el simbolismo de Acuario, que es seguido de Piscis, que está ligado a su vez al momento en que Jesús recluta a sus primeros discípulos, “los pescadores”.
Antes de cerrar la Pascua, merece la pena señalar que según se desprende de los evangelios, la llegada del Hijo del Hombre –Acuario–, constituye una Segunda Venida que es de Espíritu, y también tendría tres niveles. Los evangelios enseñan que cada sincero buscador debe recibir su bautismo de Agua (Psyche) para poder soportar el de Espíritu (Pneuma) y el de Fuego (Padre, Aither). Sin duda alguna éste uno de los aspectos de la enseñanza más enigmáticos y profundos, dado que también se relaciona a una época que aún está por llegar, si es que no ha comenzado ya.
Dicho “llamamiento interno” se relaciona no con la cuenta anual que hemos visto en estos artículos, sino con la “cuenta precesional”, que también era marcada con los doce signos zodiacales. Seguramente surgirá como tema central en otros posts. Tan sólo recordemos que cada mes Precesional Platónico dura aproximadamente 2160 años y recibe una “influencia solar” ligeramente distinta, pues Helios no está quieto, sino que a su vez se mueve alrededor de otra estrella al lo largo del Año Platónico (24,000-25920 años aprox) [3] [4]. Y según la precesión de los equinoccios, la tierra está abandonado el Mes de Piscis –simbolizado por los peces cristianos–. Con todo, a pesar de que el movimiento de las estrellas se mide de modo matemático, parece ser que la influencia solar de cada Mes Platónico, siempre comienza a hacerse sentir antes del inicio exacto, como bien queda reflejado en los ciclos evolutivos e involutivos de la humanidad. Por eso, alguien muy sabio dijo aquello de:
Velad, pues no sabéis ni el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir (Mateo 25: 13).
En otras palabras: manos a la obra.
Con esto damos por terminada la Pascua y dejamos para la semana que viene la cuestión del Jesús histórico, que habremos de abordar desde posturas fuera de lo convencional.
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Respecto a la bibliografía recomendada sobre los temas tratados, lo mejor es leer a los clásicos de la antigüedad, los textos sagrados y a autores decimonónicos como Robert Taylor, Kersey Graves o Frances Rolleston, sacando conclusiones propias. De todos modos, los siguientes libros inspiraron bastante esta investigación:
1.Hamlet’s Mill: An Essay Investigating The Origins Of Human Knowledge and its Transmission Through Myth. Hertha von Dechend y Giorgio de Santillana, 1969.
2.La Serpiente Celeste: Los Enigmas de la Civilización Egipcia. John Anthony West. Ediciones Grijalbo, 2000.
3.El Héroe de las Mil Caras. Joseph Campbell.
4.The Power of Myth. Joseph Campbell and Bill Moyers.
3.El Héroe de las Mil Caras. Joseph Campbell.
4.The Power of Myth. Joseph Campbell and Bill Moyers.
Referencias:
[1] Historia sobre las constelaciones, i.e Capricornio:
http://www.constellationsofwords.com/
[2] De manera explícita en El Antro de las Ninfas de Porfirio, y de manera velada en el Timeo y la República de Platón (libro X, mito de Er).
http://www.constellationsofwords.com/
[2] De manera explícita en El Antro de las Ninfas de Porfirio, y de manera velada en el Timeo y la República de Platón (libro X, mito de Er).
[3].La Ciencia Sagrada. Swami Sri Yukteswar (sobre astronomía védica y el paralelismo entre cristianismo e hinduismo)
[4].Lost Star of Myth and Time. Walter Cruttenden. St.Lynn´s Press, 2006. (sobre la estrella compañera del sol)
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