¿Nos paramos alguna vez a reflexionar acerca de lo que es la Navidad? En la antigüedad tenía que ver con un "nacimiento superior", con el cuidado de un "infante interior" y su realidad, la cual conlleva la conexión con el Espíritu y el Alma de una Tierra mítica, un Paraíso olvidado que ha recibido muchos nombres y del cual se ha escrito mucho, a pesar de que su naturaleza es elusiva, incluso cuando se asoma tímidamente en nuestros sueños nocturnos. Pero siempre deja una huella en cada vida:
Nuestros autores [i.e Sohravardi] sugieren que si el pasado fuese realmente lo que creemos que es, esto es, completo y cerrado, no sería terreno de tan vehementes discusiones. Ellos sugieren que todos nuestros actos de comprensión son muchos re-comienzos, re-iteraciones de sucesos que aún no han terminado. Cada uno de nosotros es, queriéndolo o no, el iniciador de eventos en Hûrqalyâ, tanto si acaban abortados en su infierno como si dan fruto en su paraíso. Mientras creemos que miramos a lo que ya es pasado e incambiable, estamos en realidad consumando nuestro propio futuro. Nuestros autores nos mostrarán cómo toda una región de Hûrqalyâ está poblada, post mortem, por nuestros imperativos y deseos –es decir, por aquello que dirige nuestros actos de comprensión y comportamiento.
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Todo es extraño, dicen nuestros autores, cuando uno pisa esa Tierra donde lo imposible es de hecho realizado. Pues todas nuestras construcciones mentales, todos nuestros imperativos, todos nuestros deseos, incluso el amor que tan consubstancial es para nuestro ser –todo eso no sería más que una metáfora sin el intra-mundo de Hûrqalyâ, el mundo en el que nuestros símbolos se vuelven, por así decir, literales. Marzo de 1960.
Así es como el erudito Henry Corbin –experto en misticismo islámico y persa –finalizó el Prólogo de su obra Cuerpo Espiritual y Tierra Celeste; una maravillosa investigación y deliciosa lectura que pretende ser simplemente una pista, no un mapa. Apunta a una dimensión de la vida que supera toda ficción, y que aún así es imaginal, o como decían los sabios del Renacimiento, imaginatio vera, imaginación verdadera. Una facultad interior que está esperando crecer en nosotros, pues como decíamos en los artículos anteriores, perdimos la conexión con el Alma y el Espíritu (Psychê y Pneuma).
Henry Corbin escribe en el Prólogo –siguiendo la tradición del filósofo y poeta persa Sohravardi, que se remonta a figuras como Zoroastro y Empédocles– que nuestra percepción ha de experimentar una progressio harmonica, análoga al proceso de escuchar una misma melodía en dos octavas diferentes, una más sutil que la otra. Y no es una actividad intelectual, sino "música en nuestro ser".
El corazón, la mente y el cuerpo necesitan ser musicalmente alimentados sintiendo arquetipos primordiales. Con la afinación correcta, un eco podría oírse dentro. Y nadie nos puede convencer entonces de que esta realidad sensorial que vemos es todo lo que hay, pues la realidad no yace en creencias, ni en percepciones vagas, ni en libros. Cuando un eco de la realidad alcanza el corazón, nuestras acciones y experiencias, el sufrimiento y belleza que sentimos, son inmediatamente elevados a otro nivel, a una octava superior, pues nuestras experiencias no son simplemente nuestras; todo lo que vemos y sentimos aparece como una manifestación sagrada de la Vida Verdadera, incluso el sin-sentido, las rocas, los árboles, los pájaros...todo forma parte de una Historia del Alma, y el papel que desempeñamos en ella depende de nosotros. ¿Qué lugar elegimos en ella entonces? Un laborioso viaje prosigue; aún queda un enorme Trabajo por hacer.