El Grito (Edvard Munch)
En
respuesta a las dos cuestiones planteadas en la anterior entrada, y
en vísperas del día de Navidad que simboliza un “renacimiento
superior”, me gustaría presentar un pasaje increíblemente conciso
y lúcido, de cuasi obligatoria lectura para todo buscador
occidental. Está contenido un famoso libro que marcó la propia
búsqueda y que recoge lecciones que el maestro de danzas George
Ivanovitch Gurdjieff dirigió a sus alumnos [1].
Decía lo siguiente:
"Tomemos
para comenzar el texto bien conocido sobre la semilla que tiene que
morir para nacer.
«Si
el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si
muere, lleva mucho fruto» (San Juan
XII, 24)
"Este
texto tiene múltiples significaciones y volveremos a él a menudo.
Pero ante todo, es indispensable reconocer que el principio que
contiene se aplica cabalmente al hombre.
"Hay
un libro de aforismos que nunca ha sido publicado y que probablemente
no lo será jamás. Ya he hablado de él cuando nos preguntábamos
sobre el sentido del saber, y el aforismo que les he citado ha sido
extraído de él.
"Con
referencia a lo que estamos hablando ahora, este libro decía:
«El
hombre puede nacer, pero para nacer primero debe morir; y para morir,
primero debe despertar.»
"En
otra parte, este mismo libro dice:
«Cuando
el hombre despierta, puede morir; cuando muere, puede nacer.»
"Debemos
comprender lo que esto significa." «Despertar», «morir»,
«nacer». Estas son tres etapas sucesivas. Si estudian los
Evangelios con atención, verán que se trata a menudo sobre la
posibilidad de «nacer», pero los textos no hablan menos de la
necesidad de «morir», y también muy a menudo de la necesidad de
«despertar»:
«Velad,
porque no conocéis ni el día ni la hora...»
Pero
estas tres posibilidades: despertar (o no dormir), morir, y nacer, no
se ponen en relación una con otra. Sin embargo, toda la cuestión
está allí. Si un hombre muere sin haber despertado, no puede nacer.
Si un hombre nace sin haber muerto, puede devenir una «cosa
inmortal». Así, el hecho de no haber «muerto» impide que el
hombre «nazca»; y el hecho de no haber despertado le impide
«morir»; y de haber nacido antes de «morir», este hecho le
impedirá «ser».
"Ya
hemos hablado lo suficiente del significado del «nacimiento». Nacer
no es sino otra palabra para designar el comienzo de un nuevo
crecimiento de la esencia, el comienzo de la formación de la
individualidad, el comienzo de la aparición de un «Yo»
indivisible.
"Pero
para ser capaz de alcanzarlo, o al menos de entrar en este camino, el
hombre debe morir; esto quiere decir que debe liberarse de una
multitud de pequeños apegos y de identificaciones que lo mantienen
en la situación en que se encuentra actualmente. En su vida tiene
apego por todo, está apegado a su imaginación, apegado a su
estupidez, apegado aun a sus sufrimientos — y quizás a sus
sufrimientos más aún que a cualquier otra cosa. Debe liberarse de
este apego. El apego a las cosas, la identificación con las cosas,
mantienen vivientes en el hombre un millar de «yoes» inútiles.
Estos «yoes» deben morir para que el gran Yo pueda nacer. Pero
¿cómo se puede hacerlos morir? No quieren morir. Es aquí donde la
posibilidad de despertar viene en nuestra ayuda. "Despertar
significa darse cuenta de su propia nulidad, es decir, darse cuenta
de su propia mecanicidad, completa y absoluta, y de su propia
impotencia, no menos completa ni menos absoluta.
Pero no basta comprenderlo filosóficamente con palabras. Hay que
comprenderlo con hechos sencillos, claros, concretos, con hechos que
nos conciernen. Cuando un hombre comienza a conocerse un poco, ve en
sí mismo muchas cosas que no pueden dejar de horrorizarlo. En
tanto que un hombre no se horrorice, no sabe nada sobre sí mismo.
"Un
hombre ha visto en sí mismo algo que lo horroriza. Decide deshacerse
de esto, eliminarlo, acabar con ello. Sin embargo, siente que a pesar
de sus esfuerzos no puede hacerlo, que todo permanece como antes.
Entonces verá su impotencia, su miseria y su nulidad; o también,
cuando comienza a conocerse a sí mismo, un hombre ve que no posee
nada,
es
decir que todo lo que él consideraba como suyo, sus ideas, sus
pensamientos, sus convicciones, sus hábitos, aun sus defectos y sus
vicios, nada de todo esto le pertenece: todo ha sido tomado de
cualquier parte, todo ha sido copiado tal cual es. El hombre que
siente esto puede sentir su nulidad. Al
sentir su nulidad, no por un segundo ni por un momento, sino
constantemente, un hombre se verá tal cual es en realidad, y no lo
olvidará jamás.
"Esta
conciencia continua de su nulidad y de su miseria, finalmente le dará
el valor para «morir»,
es decir para morir no simplemente en su mente, o en teoría, sino
morir de hecho, y renunciar positivamente y para siempre a todos
estos aspectos de sí mismo que no ofrecen ninguna utilidad desde el
punto de vista de su crecimiento interior, o que se le oponen. Estos
aspectos son ante todo su «falso Yo», y luego todas sus ideas
fantásticas sobre su «individualidad», su «voluntad», su
«conciencia», su «capacidad de hacer», sus poderes, su
iniciativa, sus capacidades de decisión, y así sucesivamente.
"Más
para llegar un día a ser capaz de ver una cosa todo el tiempo, hay
que verlo primero una vez, aunque sea por un segundo. Todos los
nuevos poderes, todas las capacidades de realización, vienen de una
sola y misma manera. Al comienzo se trata sólo de raras vislumbres
que no duran sino un instante; luego éstas pueden reproducirse más
a menudo y durar cada vez más tiempo, hasta que al fin, después de
un larguísimo trabajo, se vuelven permanentes. La misma ley se
aplica al despertar. Es imposible despertar completamente de un solo
golpe. Hay
que comenzar primero por despertar durante muy breves instantes. Pero
hay que morir de golpe y para siempre, después de haber hecho un
cierto esfuerzo, después de haber triunfado sobre un cierto
obstáculo, después de haber tomado una cierta decisión, de la cual
no se puede retroceder.
Esto
sería difícil y aun imposible, si no se hubiera hecho anteriormente
un despertar lento y gradual.
''Pero
hay miles de cosas que impiden que el hombre despierte y que lo
mantienen en poder de sus sueños. Para
actuar conscientemente con la intención de despertar, hay que
conocer la naturaleza de las fuerzas que retienen al hombre en el
sueño.
"Ante
todo, hay que comprender que el sueño en el cual existe el hombre no
es un sueño normal, sino hipnótico.
El hombre está hipnotizado, y este estado hipnótico está mantenido
y reforzado continuamente en él. Todo pasa como si hubiera ciertas
«fuerzas» para las cuales sería útil y beneficioso el mantener al
hombre en un estado hipnótico, con el fin de impedirle que vea la
verdad y que se dé cuenta de su situación.
"Cierto
cuento oriental habla de un mago muy rico que tenía numerosos
rebaños de ovejas...
Bueno,
el resto para otro día. Hay numerosas tradiciones antiguas que
tienen mucho que decir sobre el estado hipnótico del hombre y las
fuerzas oscuras que lo provocan, pero será quizá material para
futuras entradas.
Pero
ahora centrémonos en aquello que directamente ayude a preparar el
terreno para “morir” y “renacer” espiritualmente. De
modo que el próximo día de Navidad, si nada lo impide, escucharemos
antiguos consejos acerca de una de las herramientas más poderosas
que existen para evocar sentimientos purificadores y cuyo arte fue
olvidado, aunque preservado y rescatado por la tradición de los
Padres de Desierto.
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[1] G.I.Gurdjieff citado en Fragmentos de una Enseñanza Desconocida, de P.D.Ouspensky. Capítulo 11, p-320-323.
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