Visión de Pedro: bestias sobre el mantel
Domenico Fetti
Como vimos en el pasado artículo, la Enseñanza interior fue vomitada por el pueblo hebreo, que comenzó a demandar carne, la cual no sólo se refiere al alimento físico, sino a una doctrina más literal.
La misma Eseñanza interna fue si cabe más explicitada por Pablo, aunque volvió a ser rotundamente ignorada por las instituciones que comenzaron a forjar su propia religión.
Y por supuesto, esas nuevas tradiciones de hombres también incluyeron el sacrificio humano, como no podía ser de otro modo, aunque en un nuevo formato. En este caso consistía en perseguir a los herejes cristianos, quienes eran, decapitados, descuartizados, quemados o bien recibían una dosis de plomo fundido en sus gargantas, por ser, entre otras cosas, vegetarianos.
Es el caso de Prisciliano y sus seis seguidores, decapitados por la santísima Iglesia Romana en el año 385 A.D.
Bien sabido por los historiadores que una de las técnicas empleadas para detectar a nazarenos ebonitas y otros seguidores de la Iglesia original era capturarles y ofrecerles carne para ver si la evitaban, y si lo hacían, al matadero como corderos.
Una costumbre que casi practicaban dentro de la misma Iglesia:
A los miembros del clero, sean presbíteros o diáconos, que se abstienen de la carne, les ordenamos que la prueben y luego, si lo desean, pueden abstenerse de ella. Si ni siquiera desean ingerir las verduras cocidas con la carne, y no se someten al presente canon, que sean destituidos de su rango (Punto XIV, Canon del Concilio de Ancira, año 314).
Más tarde, en el Concilio Ecuménico de Florencia de 1441, se anularon oficialmente los sabios consejos de los apóstoles relativos al no consumo de sacrificios y sangre (Hechos 15:29). Y el argumento establecido era de lo más llamativo, ya que revela cuán poco se comprende el sentido espiritual de las escrituras.
La sacrosanta Iglesia Romana, fundada por la palabra del Señor y Salvador [quién sabe cuándo]...Firmemente cree, profesa y predica que toda criatura de Dios es buena y nada ha de rechazarse de cuanto se toma con la acción de gracias etc, etc.
Según el documento de Florencia, la costumbre de no comer sangre, cerdo u otras cosas consideradas impuras, son aspectos de "disciplina" que sólo concernían a los judíos conversos de la primera iglesia, y que por tanto carece de sentido mantenerlos.
Pero obviamente, no sólo era disciplina, sino también salud, sin la cual no hay completud.
Dados sus frutos, muchos siempre se han considerado por encima del criterio de Jesucristo y los apóstoles, quienes ya previnieron acerca de falsos apóstoles que infestarían y dominarían el mundo durante un tiempecito (2 Corintios 11:13).
Según ese documento de Florencia, los pasajes de Marcos 7, Hechos 10: 9-15 y 1 Timoteo 4:4 establecen que hay carta abierta para comer de todo, pues todo está bendecido.
Pero vayamos por partes para ver qué hay de cierto en ello:
Cuando los fariseos se quejaron ante Jesús de que sus discípulos no se lavaban las manos antes de comer, el Maestro contestó:
¿No entendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no le puede contaminar porque no entra en su corazón, sino en el vientre y sale por la letrina? Eso decía haciendo limpios todos los alimentos (Marcos 7:19).
En primer lugar, incluso suponiendo que la última frase no sea una de las típicas interpolaciones que pueblan los Evangelios, declarar puros todos los alimentos no es nada extraño. Pero a menudo se olvida que, en este caso, "alimento" es lo realmente comestible para el hombre, ya que el Maestro hablaba con "hombres" –o algo parecido. Y según la inspiración de la Palabra, comenzando por Genesis 1:29 ó Génesis 10, el cerdo y la sangre no son alimentos, excepto para otros animales y criaturas, claro está.
En cualquier caso, el pasaje no habla de alimentos, lo cual hace sospechar que se trata de una interpolación. ¿Y a qué se refiere? Pues obviamente a posibles gérmenes o virus de "manos sucias" que no tendrían nada que hacer sobre un sistema inmune no debilitado por una mente y corazón sucios:
Lo que sale de la boca proviene del corazón y eso es lo que contamina al hombre.
Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las maldades...(Marcos 7:18-23).
Para decirlo de un modo más claro, ¿podría una persona pura de corazón beberse una jarra de petróleo sin sentir siquiera un cosquilleo en el estómago? Quién sabe, a lo mejor no le pasaría nada. Pero a buen seguro no lo convertiría en parte de la dieta.
A esto podría referirse la supuesta carta de Pablo a Tito:
Todo es limpio para los limpios, mas para los impuros y para los infieles nada hay puro (Tito 1:15).
Según la Kabbalah, esas impurezas ciertamente enferman al hombre y son originadas por "espíritus impuros" o energías residuales que pertenecieron a humanos antediluvianos: los Giborim, que con orgullo persiguen poder y honor, construyendo nuevas torres de Babel; los lujuriosos Nefilim, que hoy inundan los medios; los violentos Anakim, que se imponen por la fuerza; los Refaim, que infunden desesperación y falta de auto-estima, y los Amalekim, que siembran la duda y por tanto la ignorancia, apartando a la gente del estudio de la Enseñanza interior, la Kabbalah universal.
Los contenidos impuros de la mente y el corazón son precisamente lo que hay que sacrificar en el templo del cuerpo, y en todos sus niveles, pues adúltero es también el que se mezcla con pasiones bajas; ladrón es también el que desperdicia energía odiando a otros; homicida es también el que mata la esperanza de otros, etc.
Otro pasaje mencionado en el Concilio de Florencia fue la carta a Timoteo, pero se citó parcialmente, por razones obvias:
en los postreros días algunos apostarán de la fe escuchando a espíritus engañadores y doctrinas de demonios, por la hipocresía de mentirosos que prohibirán casarse y mandarán abstenerse [¿ayunar?] de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen todos los creyentes. Porque todo lo que Dios creó es bueno y nada es de desecharse si se toma con acción de gracias [pasaje citado], pues por la Palabra de Dios y la oración queda santificado (1ª Timoteo 4).
Faltaría más. Aún en aquel entonces la Palabra incluía Levítico 11 y Deuteronomio 14, donde ni el cerdo, ni la grasa animal, ni la sangre, ni el marisco ni otros carroñeros están considerados alimento por la Palabra.
Respecto al mandar abstenerse de alimentos, tiene más sentido pensar que se refiere al ayuno forzado, el cual es un modo de mortificación o sacrificio ritual, que puede llegar a reforzar las energías oscuras.
Sólo cuando uno sabe cómo y por qué ayunar, está capacitado para hacer tal cosa. El ayuno puede ser curativo o destructivo.
Algunos de los primeros cristianos ayunaban los miércoles y los viernes, preparando así el cuerpo para el Shabat o Descanso, que también fue abolido y mal entendido.
Ya sólo nos queda ocuparnos del pasaje de Hechos 10: 9-15, que también está muy de moda y es a menudo citado a modo de panacea dietaria.
El relato simbólico dice que antes de recibir la visita de unos mensajeros del centurión romano Cornelio, Pedro tuvo una visión destinada a prepararle para el encuentro con el romano.
¡Levántate Pedro, mata y come!, le dice el ángel mientras le presenta en la visión una mesa voladora con un mantel lleno de bestias.
¡De ninguna manera Señor! –replicó Pedro–. Jamás he comido cosa manchada o impura.
Por segunda vez le instó la voz: Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro.
La visión se repite hasta tres veces por una razón específica que no pasa desapercibida al estudiar el contexto y su sentido interno. Apela a los tres centros espirituales (físico, emocional y mental), pidiendo discernimiento.
El pasaje no tiene nada que ver con la comida, sino con dejar de considerar impuros a los demás por el mero hecho de ser gentes de otros pueblos o costumbres.
El mismo Pedro interpreta correctamente la visión:
Bien sabéis cuán ilícito es a un hombre judío llegarse a un extranjero o entrar en su casa, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debía llamar manchado o impuro (Hechos 10:28).
La razón que se halla tras este pasaje es más profunda de lo que puede parecer, ya que una de las misiones de los apóstoles era eliminar la brecha entre miembros de la tribu de Judá y ovejas dispersas de la Casa de Israel.
Los apóstoles tenían como misión dirigirse a las ovejas perdidas del pueblo de Israel (Mateo 10:6), las famosas 10 tribus perdidas que se dispersaron hacia Siria, Iberia y otros lugares en el siglo VII.
Incluso Pablo hizo alusión la vieja profecía de los dos olivos que se unirían al final de los tiempos (i.e Jeremías 11:16, Romanos 11:23-24). Dichos olivos son la Casa de Israel y la Casa de Judá, es decir, que gentiles israelitas dispersos por el mundo y los judíos (tribu de Judá), se reconocerían como miembros de un sólo cuerpo, el cuerpo de Cristo/Mashiaj (Romanos 11).
El próximo día veremos que los cristianos más acérrimos a la Enseñanza de Cristo fueron vegetarianos no sólo por el sacrifico de las pasiones carnales y la salud, sino porque el consumo de carne iba ligado a los sacrificios en el templo.
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