El Libro de la Orientación Particular
En la introducción a esta magnífica edición de ambas obras, William
Johnston dice lo siguiente [1]:
Dios puede ser amado, pero no puede ser pensado; puede ser percibido por el amor, jamás por los conceptos. Así que...menos pensar y más amar.
Y aunque esto es cierto en un sentido, sólo tiene validez cuando el Camino de Transformación le hace a uno capaz de amar sin las barreras oscuras de la mente condicionada.
El problema no es la falta de Amor, sino el Amor sin la ayuda de la humilde Sabiduría y la Fuerza para resistir la oscuridad. Ni siquiera la Fuente carece de esas cualidades.
El alma humana cumple un papel femenino con respecto a la silenciosa mente del Mesías. Y cuando el espíritu/voluntad une a ambas, la Luz amorosa de las esferas profundas desciende haciendo posible la transformación. Pero esto no puede tener lugar si no dejamos que la voluntad divina actúe a través de nosotros.
Si uno desconoce la manera en que la mente y el corazón se unen en el templo del cuerpo, el alma emocional queda llena de impurezas y es incapaz de reconocer la autoridad superior; es como una soltera.
Sin su "marido", el alma emocional se llena de pesar, envidia, orgullo, rencores y otros venenos, que no vienen del amor consciente, sino del amor emocional, el cual siempre se convierte en su opuesto.
Sin su "marido", el alma emocional se llena de pesar, envidia, orgullo, rencores y otros venenos, que no vienen del amor consciente, sino del amor emocional, el cual siempre se convierte en su opuesto.
El amor por sí solo es peligroso; cuando se produce un bloqueo de la Luz por falta de Auto-Conocimiento y Voluntad, el Amor divino pasa a ser incomprendido, desde el amor emocional destructivo, ocasionando daños a nivel físico y psicológico.
Todas las enfermedades y guerras de la humanidad se deben al Amor y Luz no liberados, reprimidos en emociones negativas.
El Reino de los Cielos del que habla la Tradición hebrea es el Cielo en la Tierra, y ahí no hay ni guerra, ni muerte ni enfermedad, pues los humanos lo habitan ya son seres con el cuerpo de luz, corazón y el espíritu restaurados.
El Reino de los Cielos del que habla la Tradición hebrea es el Cielo en la Tierra, y ahí no hay ni guerra, ni muerte ni enfermedad, pues los humanos lo habitan ya son seres con el cuerpo de luz, corazón y el espíritu restaurados.
Compréndase que el humano de hoy en día ya no es Árbol de Vida, ya no es imagen perfecta del Eterno, sino que está caído, siendo una imagen deformada, un árbol de Muerte.
Por tanto, el Amor que desciende de arriba puede ser tanto una cura para restaurar la imagen como el mayor destructor si no se le deja entrar ni se le cultiva.
Prueba de ello son todas las matanzas y sinsentidos que se realizan en nombre de Dios o bajo el amparo de la parafernalia de las religiones exteriores.
El auto-conocimiento a todos los niveles es necesario para ir más allá de los límites de la religión exterior, la cual tiene valor sólo como introducción o pista, más no como medio último para crecer y entrar en el Reino.
En ese sentido deben comprenderse las advertencias de La Nube del No Saber:
En
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Cualquiera que
seas el que tiene en sus manos este libro, has de saber que te
impongo una seria responsabilidad y las más severas sanciones que
puedan soportar los lazos del amor. No importa que este libro sea
tuyo, que lo estés guardando para otro, o que lo tengas prestado. No
lo habrás de leer, ni escribir o hablar de él, ni permitir que otro
lo haga, a menos que creas realmente que es una persona que, por
encima y más allá de las buenas obras, se ha resuelto a seguir a
Cristo [la Conciencia Maestra, el Masías interior y la Enseñanza transmitida desde Adam] (en la
medida de lo humanamente posible con la gracia de Dios) hasta las más
íntimas profundidades de la contemplación.
En cuanto al método de encaminarse hacia la contemplación, lo describe así:
He
aquí lo que has de hacer. Eleva tu corazón al Maestro; con un suave
movimiento de amor, deseándole por sí mismo y no por sus dones [sin buscar resultados: amor, luz, paz...].
Centra tu atención y deseo en El y deja que sea esta la única
preocupación de tu mente y tu corazón. Haz todo lo que esté en tu
mano para olvidar todo lo demás, procurando que tus pensamientos y
deseos se vean libres de todo afecto a las criaturas del Divino o a
sus asuntos tanto en general como en particular. Quizá pueda parecer
una actitud irresponsable, pero, créeme, déjate guiar; no les
prestes atención. Lo que estoy describiendo es la obra contemplativa
del espíritu. Es la que más agrada a Dios. Pues cuando pones tu
amor en El y te olvidas de todo lo demás, los santos y los ángeles
se regocijan y se apresuran a asistirte en todos los sentidos, aunque
los demonios rabien y conspiren sin cesar para perderte. Los
hombres, tus semejantes, se enriquecen de modo maravilloso por esta
actividad tuya, aunque no sepas bien cómo. Las mismas almas del
purgatorio se benefician, pues sus sufrimientos se ven aliviados por
los efectos de esta actividad. Y por supuesto, tu propio espíritu
queda purificado y fortalecido por esta actividad contemplativa más
que por todas las demás juntas.
[…]
Persevera, pues, hasta que sientas gozo en ella. Es natural que al
comienzo no sientas más que una especie de oscuridad sobre
tu mente o, si se quiere, una
nube del no-saber. Te
parecerá que no conoces ni sientes nada a excepción de un puro
impulso hacia Dios en las profundidades de tu ser. Hagas lo que
hagas, esta oscuridad y esta nube se interpondrán entre ti y tu
Dios. Te sentirás frustrado, ya que tu mente será incapaz de
captarlo y tu corazón no disfrutará las delicias de su amor.
Pero
aprende a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces
como puedas, dejando que tu espíritu grite en aquel a quien amas.
Pues si en esta vida esperas sentir y ver a Dios tal como es, ha de
ser dentro de esta oscuridad y de esta nube. Pero si te esfuerzas en
fijar tu amor en El olvidando todo lo demás -y en esto consiste la
obra de contemplación que te insto a que emprendas-, tengo la
confianza de que Dios en su bondad te dará una experiencia profunda
de Sí mismo.
Consciente de que esto no es tarea fácil, el autor medieval anónimo sugiere algo que no debe confundirse con el mero mantra para embotar la mente, sino como mera afirmación para focalizar la intención:
Piensa
solamente en Dios que te creó [dio la oportunidad de existir], que te redimió [en la Naturaleza de tu verdadero Ser] y te
guió a esta obra. No dejes que otras ideas sobre Dios entren en tu
mente. Incluso esto es demasiado. Basta con un puro impulso hacia
Dios, el deseo de El solo. Si quieres centrar todo tu deseo en una
simple palabra que tu mente pueda retener fácilmente, elige una
palabra breve mejor que una larga. Palabras tan sencillas como Dios o
Amor resultan muy adecuadas. Pero has de elegir una que tenga
significado para ti. Fíjala luego en tu mente, de manera que
permanezca allí suceda lo que suceda. Esta palabra será tu
defensa tanto en la guerra como en la paz. Sírvete de ella para
golpear la nube de la oscuridad que está sobre ti y para dominar
todas las distracciones, fijándolas en la nube del olvido, que
tienes debajo de ti. Si algún pensamiento te siguiera molestando
queriendo saber lo que haces, respóndele con esta única palabra.
Si tu mente comienza a intelectualizar el sentido y las connotaciones
de esta palabrita, acuérdate de que su valor estriba en su
sencillez. Haz esto y te aseguro que tales pensamientos
desaparecerán. ¿Por qué? Porque te has negado a desarrollarlos
discutiendo con ellos.
Con todo, el objetivo es ir más allá de toda palabra, como bien señala el autor medieval en su otra joya, Libro
de la Orientación Particular:
Cuando
te retires a hacer oración tú solo, aparta de tu mente todo lo que
has estado haciendo o piensas hacer. Rechaza todo pensamiento, sea
bueno o malo. No ores con palabras a no ser que te sientas movido a
ello; y si oras con palabras, no prestes atención a si son muchas o
pocas. No ponderes las palabras ni su significado.
Que
este sosiego y oscuridad ocupe toda tu mente y que seas tú un
reflejo de ella. Pues quiero que el pensamiento que tienes de ti
mismo sea tan puro y simple como el que tienes de Dios. Así podrás
estar espiritualmente unido a El sin fragmentación alguna y sin
disipación de tu mente. El es tu ser y en El tú eres lo que eres,
no sólo porque El es la causa y el ser de todo lo que existe, sino
porque El es tu causa y el centro profundo de tu ser. […] Acuérdate
de esta distinción entre El y tú: El
es tu ser, pero tú no eres el suyo.
Esta oración [centrante] la lleva uno a cabo en y con el cuerpo de Cristo. No puede ser realizada como un acto solitario.
Al final de otra entrevista [3], el propio William Mening sugiere que el alma humana que aspira a entrar en Oración Centrante es como un bebé que se halla junto a la madre, al pie de una escalera, y desde el mismo instante en que el bebé comienza a gatear para subir hacia su Padre, el Padre que permanece arriba baja a recogerla por compasión. Lo mismo sucede cuando hay una intención pura el la Oración Centrante, llega un momento en que la contemplación llega sin esfuerzo pues algo superior está al mando.
Para finalizar, merece la pena escuchar a Thomas Keating describir la Oración Centrante:
https://www.youtube.com/watch?v=MzL1gt9imNE
______________
[1] La Nube del No Saber y El Libro de la Orientación Particular:
[2] Entrevista aclaratoria a William Mening
http://www.cpfortworth.org/resource/MeninCP.pdf[3] Entrevista de William Mening puede verse en:
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