En
la tradición nazarena original la idea hebrea de jub
(deuda) era central. Uno ha de pagar por todo lo que recibe:
por
precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro Espíritu (1
Corintios 6:20)
El
verdadero amor consciente implica ayudar al Ser Primordial a reparar todo el
daño causado por nuestros antepasados y que nosotros perpetuamos,
generando nuevas deudas (jubim).
Y nadie puede hacerlo por nosotros.
El Nazareno destacó una idea muy interesante: el servicio con amor consciente
mitiga las consecuencias de nuestros errores e incluso lavar
nuestras deudas morales, es decir, quema el karma, la deuda (jub).
Esto
lo vemos en el perdón de la mujer pecadora que lava los pies de
Y´shua con sus lágrimas y los seca con el pelo, ungiéndole
posteriormente –signos claros del trabajo consciente (Lucas 7:40)
Pero
las ideas de Y´shua sobre el pago de la deuda moral no se detuvieron
ahí. Hizo hincapié en las enseñanzas sobre el perdón consciente,
salaj,
que en hebreo significa dejar
ir, soltar.
No
juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y os será dado...
Porque con la medida con que midáis, se os volverá a medir –Lucas
06:37
Para
ilustrarlo, en Mateo 18:21-27 se narra la curiosa historia de un siervo que debía
diez mil talentos a un rey, y cuando fue llevado ante él, el rey
exigió que le vendieran junto con su esposa e hijos para pagar la
deuda. Sin embargo, el siervo cayó de rodillas a sus pies en acto de
adoración, con la promesa de pagar la deuda. Entonces, el rey,
movido por la compasión, le perdonó la deuda.
Sin
embargo, lo primero que el mamoncete del sirviente hizo después de
ser liberado fue agarrar por el cuello a uno de sus criados, que le
debía un poco de dinero. Y por supuesto, cuando la noticia llegó al
rey, el siervo fue entregado a los verdugos para que pagara su deuda.
Es
decir, la deuda no había desaparecido por medio del "perdón"
emitido por el rey, sino que estaba destinada a ser pagada con el
perdón y el amor consciente del siervo.
Pablo
enfatizó la idea evangélica de que el Mesías pagó la deuda del pecado de Adam tras
convertirse en el cordero sacrificado que
quita el pecado del mundo (Juan
1:29).
Sin embargo, introdujo una noción tremendamente confusa que
sólo puede comprenderse en contexto:
si
confesares con tu boca que Yshu es [la Palabra de] YHVH, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo–Romanos
10:9
Pablo
se dirigía a gente que por el mero hecho de confesarse cristiana era
perseguida y echada a los leones en Roma. Es decir, para vivir como
cristiano, había que echarle un par, o dos.
Por
desgracia, semejante idea fue malinterpretada por corazones y mentes
indolentes de épocas posteriores que vieron en ella un camino libre
para hacer lo que les viniese en gana, creyendo de boquilla.
Pero
es evidente que la enseñanza indica que en la Luz del Mesías, todos
están a salvo y redimidos desde el punto de vista espiritual,
siempre y cuando uno la encuentre en sí mismo y dé el primer paso
para vivir desde dicha Luz. Algo que no se puede hacer si uno
sigue excluyendo y escupiendo barbaridades tales como:
"fuera de esta iglesia no hay salvación".
La
creencia ciega no puede lavar "fallas morales", por muy
devota que sea.
Recibimos
en la medida en que damos.
En la Enseñanza hebrea, si uno no logra finalizar todos los requerimientos de evolución del alma o mente superior (Neshemah), inevitablemente dicho alma –no la persona– vuelve a la Luz para luego retornar a otro cuerpo y así poder nacer completamente y poder aspirar a la resurrección en un cuerpo de gloria, pagando toda deuda en la Luz.
Así queda ligada a lo que la enseñanza hebrea llamaba Gilgal, rueda dentro de rueda; una especie de transmigración de los componentes del alma.
El Doctor de la Iglesia Orígenes fue uno de los que escribió abiertamente sobre la preexistencia del alma y su reencarnación. Y la idea aparece implicada en varios pasajes del Nuevo Testamento, pues era bien conocida por Yeshua y los Apóstoles, como bien vemos en Juan 9:
Al
pasar Yshu, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y
le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste
o sus padres, para que haya nacido ciego?
Y muchos pasan por alto que no habrían preguntado si el pecado venía del ciego si presupusiesen la idea de pre-existencia en otra vida.
Con todo, la idea de la reencarnación del alma fue prohibida en el siglo VI a petición de Teodora, esposa de Justiniano, pues restaba demasiado poder a la Iglesia de Roma.
Por desgracia, olvidaron las palabras de Pablo:
No
se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que
siembra (Gálatas
6:7)
Por
lo tanto, el trabajo espiritual no es sólo una cuestión de perdón,
sino también de purificación consciente, que comienza con la resistencia e impecabilidad ante de
cualquier prueba dolorosa o molesta.
La
palabra griega traducida como tentación
en la oración es peirasmon,
que también significa prueba
o juicio,
y fue sin duda utiliza para traducir el término hebreo masah.
Y
puso a aquel lugar el nombre de Masah (tentación) y Meriba
(contienda), por la contienda de los hijos de Israel, y porque
tentaron a Yhvh Elohim, diciendo: ¿Está YHVH entre nosotros o no?
–Éxodo
17:7
Todo
impulso orgulloso y egoísta se convierte en fuente de tentación, y
es reforzado cuando la persona lo alimenta con imaginaciones,
pensamiento negativo, glotonería y lujuria, los cuales generan
adicción.
El
hábito ciego hace que la luz de la consciencia se fragmente,
quedando atrapada en cáscaras (qlipoths
en hebreo), las cuales se vuelven en cierto modo autónomas
y tentadoras. Si no se las alimenta, mueren de inanición y se disuelven.
El
mismo apóstol, Yakob ha Tzadik, mal traducido adrede como Santiago el
Justo, hermano de Yshu, escribió lo siguiente en su Epístola (I:13):
Que
nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no
puede ser tentado por el mal y El mismo no tienta a nadie. Sino que
cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia
pasión.
Esto
se halla en contradicción con lo que leemos en Mateo 6:13: mê
esenenkês hêmas eis peirasmon,
que literalmente significa no
nos lleves o conduzcas a la tentación,
que en Latín pasó a ser
ne nos inducas in tentationem.
Algunos
eruditos prefirieron traducirlo como no
nos dejes caer en la tentación. Pero teniendo en cuenta la información que tenemos
sobre este punto, la frase hebrea original debe haber querido decir:
no
nos dejes caer en las tentaciones y contiendas,
recordando Éxodo 17:7.
Se pide
luz para evitar generar ataduras innecesarias y severidad
celestial. Cada
vez que alguien cae en una tentación, se genera una respuesta
negativa en esferas invisibles. Lo que uno desata abajo,
repercute arriba y viene de vuelta. No por castigo, sino para restablecer el equilibrio.
...todo
lo que atares en la tierra será atado en el cielo; y todo lo
que desatares en la tierra
será desatado en el cielo –Mateo 6:19
Como arriba, así abajo.
Por
contra, transformar los impulsos bajos lleva a una respuesta
beneficiosa de nuestra propia naturaleza divina (Ser real),
lo cual nos abre a la guía superior.
Como vimos en el artículo del pasado mes, las tradiciones
espirituales también se refieren a ciertas energías cuya función es oponerse al trabajo interior y tentar.
Ellas son el "oponente" o "adversario", satan en
hebreo, y diabolos,
que en griego significa acusador, difamador, ya que cada una de sus
victorias es como una acusación: "los humanos son sólo unos malditos monos"
Cuanto
más alto es el nivel espiritual de un alma, más duras son sus
pruebas, aunque el poder espiritual es también mayor. La ley cósmica
impide que un alma sea probada allende sus capacidades.
Si
la actitud es correcta, no puede haber tentación, sino tan sólo
pruebas para aumentar la fuerza, como alguien que se entrena para
reforzar los músculos. El verdadero hombre sabio saca su fuerza
de las debilidades de su animal.
La
siguiente frase, líbranos
del mal, es
aún más explícita, aunque puede ser ambigua, lo que genera un
debate sobre lo que significa "mal". La palabra griega que
aparece es ponerou,
que puede significar dificultades/ problemas o bien el Satan y los
espíritus impuros.
Ahora,
puesto que los problemas son intrínsecos a la vida en la tierra, y
ningún guerrero espiritual debería tenerles miedo, el mal debe
referirse a lo segundo.
Todo lo que se llama satán u opositor,
sólo gobierna a través de los impulsos negativos del corazón: orgullo, soberbia, odio, envidia...
La Enseñanza relativa al corazón ya aparece en la historia del Génesis
2, cuando Adán fue formado. La palabra para "formar" es
yetzer,
que en ese pasaje del Génesis aparece como yyetzer,
con dos yods,
en referencia a los dos impulsos que surgieron en el corazón de Adam
cuando se formó: el Yetzer
ha Ra
o impulso negativo y el Yetzer
ha Tov
o impulso positivo.
Esta
polarización es inevitable mientras Adam se mantenga en un cuerpo
animal homínido. Y sólo los impulsos negativos alimentan el Satán
interno, sobre todo el orgullo (gah en hebreo).
Es
pues irresponsable e infantil culpar sólo a entidades externa de las
caídas de la humanidad. La única causa se encuentra dentro y
depende por completo del objeto de nuestro amor orgulloso.
Así
pues,
líbranos del orgullo, la ira, la soberbia...
En
la siguiente parte trataremos con el famoso cierre de la oración,
que apunta de nuevo al Árbol de la Vida, como otros pasajes de los
evangelios, siendo una continuación perfecta de la tradición
hebrea.