Este sentimiento de nadidad...al comienzo era nada. Ni agradable ni desagradable; simplemente nada, y nada es nada. Era desconcertante, y recuerdo que seguí huyendo. Un ser humano nunca es "nada". Uno está vivo, uno es una entidad, un ser. Pero más tarde se hace crecientemente agradable. Profunda felicidad emanando de Él (el Uno), de la más insondable profundidad...También en casa, cuando pienso en Él viene sobre mí...suave...ligero. Una dicha de no-ser, no existir en absoluto. Es difícil de creer que sea tan glorioso ser nada, a menos que uno lo haya experimentado (Irina Tweedie, en su Diario: Hija del Fuego).
¿No hay momentos de completa relajación y serenidad en que uno no siente la necesidad de ser "algo": ni un cuerpo, ni una persona, ni un deseo, ni un anhelo...? ¿No brilla el Amor de modo natural entonces?
La Kabbalah, el Vedanta y otras tradiciones enseñan que el progreso espiritual tiene lugar conquistando cinco niveles de ser, desde el físico, al vital, emocional, mental y causal, cada uno conteniendo al anterior. Y en algún momento el viajero viene a experimentar de modo más "regular y constante" una profunda serenidad amorosa. Lo que sólo puede acontecer desde lo que los Vedantines llaman el Anandamayo-kosha, el cuerpo causal de la Dicha (Ananda). Pero incluso eso, no es la Realidad Última, pues sigue siendo un objeto del cual el alma es consciente.
La Esencia Divina está siempre más y más allá. Como Irina dijo una vez, la evolución espiritual es un viaje espiral en el cual rodeamos y rodeamos al Uno, de modo más y más profundo.
De ahí que los místicos se refieran al No-Ser. Paradójicamente, también yace por doquier, abrazando cada etapa y cada estado en el Camino, razón por la que Parménides y otros titanes espirituales hablaron simplemente de Ser. Dice la diosa en su poema que la Verdad es simple: que sólo hay Ser, y que no hay no-ser.
Como vemos, las palabras no son lo importante. Sólo la Realidad lo es.
¿Quién puede comprender esto? ¿La mente conceptual? Seguro que no. ¿Y el Corazón?