Existen mentes inquisitivas que anhelan la verdad del corazón, la buscan, se esfuerzan por resolver los problemas planteados por la vida, tratan de penetrar en la esencia de las cosas y de los fenómenos, y de penetrar dentro de sí mismos. Si un hombre razona y piensa sanamente, no importa qué camino siga al resolver estos problemas, inevitablemente debe regresar a sí mismo y empezar a solucionar el problema de lo que él mismo es y cuál es su lugar en el mundo que lo rodea. Porque sin este conocimiento no tendrá ningún punto de enfoque en su búsqueda. Las palabras de Sócrates, "Conócete a ti mismo", persisten para todos aquellos que buscan el verdadero conocimiento y el ser.
(G.I.Gurdjieff, Perspectivas del Mundo Real).
¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es nuestro lugar en el Universo, como individuos y como especie? ¿Qué se espera de nosotros?
Éstas y otras cuestiones han de ser resueltas, pero no intelectualmente, no como una teoría, sino en el proceso mismo de descubrimiento interior.
¿No hay una sensación de que algo falta en nuestro modo de vivir y ver las cosas? ¿No hay demasiadas contradicciones?
Nuestra labor como seres con posibilidad de consciencia debería ser servir al Cosmos, dar sentido a lo que no lo tiene, traer orden al caos. Paradójicamente, en algún momento de nuestro periplo en el planeta tierra, comenzamos a hacer lo contrario.
Todo se ha vuelto del revés. Pero
¿acaso es demasiado tarde para escuchar?